top of page

México… música, cine y algo más

Por Glen Rodrigo Magaña.

El nacionalismo expresado en el arte de tres personalidades, es el artículo que preparamos esta semana en Homo Espacios. El primero, es un destacado compositor jalisciense, autor del llamado “Segundo Himno Nacional”, creador de exquisitas sonatas, óperas y otras tantas joyas de la música de cámara mexicana, a quien lo alcanzara la muerte en la cúspide de su carrera y que por cierto, hace falta indagar mucho más de su obra. Nuestra segunda celebridad, es un afamado cineasta de la llamada época de oro, con su lente retrató a México al exponer su belleza a nivel internacional, defendió nuestras raíces y el sentimiento indígena como ningún otro director de cine en el país, revolucionario, enérgico, modelo de la estatuilla más valorada en el mundo fílmico sin recibir ninguna, galardonado con una Palma de Oro, así como de muchos misterios que envuelven a este encumbrado cineasta, guionista y actor mexicano. Finalmente, la primera muralista mexicana será la encargada de cerrar este artículo sobre arte patrio, al compartir su sensibilidad entre poemas, digna representante del comunismo mexicano, amiga personal de Frida Kahlo, defensora de los derechos de la mujer, así como de las voces de un pueblo marginado, lo que provocó que la tacharan de rebelde, al mantener oculto su aporte artístico por casi treinta años.

Amigos, los invitamos a escuchar las cápsulas homoespacieras dentro del programa “La otra frecuencia” en Radiorama 1530 AM, que se transmite todos los miércoles de 20:00 a 21:00 horas. 

México no se encuentra entre sus políticos y de todo lo que se desprende de este rapaz grupo, a la patria se le admira entre su pueblo de sangre indígena, charros que portan con orgullo sus tradiciones, aquellos que defienden su cultura… y así, en silencio dimos nuestro grito de independencia el pasado 15 de septiembre. La lectura de lo acontecido es más que evidente… hartazgo es lo que consume a los mexicanos, un profundo cansancio que marchita el alma de este país y el resto, se los dejo a su criterio.

 

Lo que falta… nos sobra de cultura, belleza natural y manifestaciones artísticas, aunque el cáncer en esta materia se sigue alimentando, apoyando, así como consumiendo, hablo de la desinformación de las principales cadenas de televisión, la contaminación de aquellos imperios mediáticos que asumen la posición de marionetas, pero el sin sentido aumenta cuando un gran grupo de la sociedad sigue a la espera de ver a qué hora sale la novela, la liguilla, los programas nocturnos de los domingos, la nueva empresa transnacional a la cual le otorgarán su dinero y hasta se ponen la camisa de esta incongruencia.

 

En fin, mejor comentemos sobre aquellos que supieron reflejar la verdadera identidad de este país con arte, sin dictar normas, ni reglas burocráticas, lejos de la corrupción y los engaños. Tres artistas que demostraron lo que en realidad es México: el destacado compositor Pablo Moncayo, en séptimo arte Emilio el “Indio” Fernández y la primera muralista mexicana, la poeta Aurora Reyes.

 

Pablo Moncayo… más que su Huapango

 

Oriundo de la perla tapatía, José Pablo Moncayo García nació un 29 de junio de 1912, su amor por la música inició desde muy pequeño, cuando a su padre Francisco Moncayo Casillas le dieron un clavecín como pago, contaba con solo seis años edad cuando sus padres deciden mudarse a la Ciudad de México, donde inicia sus estudios en piano.

 

En su juventud, encuentra a la musa de su vida… Clara Elena Rodríguez del Campo, con quien procreó a sus hijas Claudia y Clara Elena Moncayo Rodríguez.

 

En 1929 ingresa al Conservatorio Nacional de Música, sus principales maestros fueron Candelario Huízar y el destacado director de orquesta Carlos Chávez. También fue en este sitio donde conoce a Daniel Anaya, Blas Galindo y Salvador Contreras con quienes funda su primer ensamble… El Grupo de los Cuatro.

 

Algunos datos curiosos de este músico y compositor jalisciense, son que entre sus primeros trabajos se desempeñó como panista en estaciones de radio y tocó jazz para algunos sitios nocturnos de la capital mexicana.

 

Encumbrado representante del “Movimiento Nacionalista Mexicano” en la música, junto a Silvestre Revueltas, Moncayo en 1932 formó parte de la Orquesta Sinfónica Nacional como percusionista, la cual dirigió tiempo después, durante el periodo de 1949 a 1954.

 

Las inaugurales piezas creadas por este paisajista lírico fueron: “Impresiones de un bosque”, “Diálogo para dos pianos” y algunas sonatas para violonchelo y piano. A inicios de los años cuarenta recibió una beca para estudiar en el estadounidense Instituto Berkshire de Massachusetts.

 

El 15 de agosto de 1941, la Orquesta Sinfónica de México en el Palacio de Bellas Artes y bajo la dirección de Carlos Chávez, el tapatío interpreta su principal pieza… “Huapango” o mejor conocido como “Huapango de Moncayo”, considerado el “Segundo Himno Nacional” e inspirado en tres sones veracruzanos: “El siquisiri”, “Bajalú” y “Gavilancillo”.

 

Otras de sus principales joyas son: “Amatzinac” (1935), “Llano alegre” (1938), “Sinfonía” (1942), “Homenaje para Cervantes” (1947), su ópera “La Mulata de Córdova” (1948), la deliciosa suite “Tres piezas para piano” (1948), el gozo sinfónico de “Tierra de temporal” (1949), su ballet “Tierra” (1956), entre muchas otras sonatas y sonatillas.

 

La genialidad de este paisajista lírico de México, va más allá del tema que le dio fama mundial y el cual es conocido por todos. Escuchar a Moncayo, es sentir nuestra tierra que despierta para exponer su grandeza, habla con el éxtasis de los sonidos e interpreta el sentimiento patrio de un pueblo y aunque existen muchas obras que desde hace tiempo solo permanecen en el papel, creo que es necesario volver a entonar, así como presumir toda la obra de este gran Maestro tapatío.

 

La vida de Moncayo fue breve pero substanciosa en materia musical, ya que falleció a causa de una extraña enfermedad en el pericardio a los 45 años, un 16 de junio de 1958. Sus restos descansan en el Panteón Español de la Ciudad de México. Dejó entre sus últimas inspiraciones, una pieza sin terminar para su amada esposa.

 

El “Indio” Fernández… la enérgica sensibilidad de un cineasta

 

Emilio Fernández Romo, como él mismo lo afirmara, fue hijo de un revolucionario y una india Kikapú, allá en Mineral del Hondo, Coahuila. En sus venas, raíces indígenas y su corazón siempre enalteció a México con una enérgica personalidad y entre su historia… mucho misticismo.

 

Cuenta que participó en la Revolución y a causa de este movimiento tuvo que refugiarse en el país vecino del norte, donde realizó distintos oficios y en uno de ellos fue extra de algunas películas hollywoodenses, por ahí se dice que el mismo Adolfo de la Huerta le comentó al “Indio” que México ya no quería más revoluciones, que si quería defender y mostrar sus ideas lo hiciera con una cámara.

 

En aquel tiempo en los Estados Unidos, para ser más exactos en 1928, la actriz Dolores del Rio, que en ese tiempo era la prometida el director artístico de la Metro Goldwyn Meyer, Cederic Gibbons, le sugirió que el modelo para la estatuilla otorgada por la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas (AMPAS) o el “Oscar”, fuera Emilio Fernández… y así sucedió.

 

El “Indio” conoce al cineasta ruso Sergei Eisenstein en 1930, quien queda maravillado ante su genialidad fílmica, principalmente en el rollo inconcluso ¡Que Viva México!, al definir los paisajes de nuestro país, los rostros de los pueblerinos y otros tantos detalles que nos identifican, así Emilio encontró su vocación, al incursionar en el cine con un pequeño papel en la cinta La Cruz del Diablo (1934), aunque su primera participación fue en Estados Unidos como extra en la película Torrent (1925) y La isla de la pasión (1941) fue su filme inaugural como cineasta.

 

Aún se escucha a Antonio Bibriesca entre los rollos de Emilio Fernández, Dolores del Río y María Félix que conmocionaban el lente de las cámaras, Pedro Armendáriz como su primer actor, las postales del fotógrafo Gabriel Figueroa, los creativos diálogos entintados de Mauricio Magdaleno y la edición de Gloria Shoemann, fueron principalmente quienes le dieron vida la época dorada fílmica del “Indio”.

 

Los principales títulos de Emilio como director de cine fueron: Flor Silvestre (1943), la “Palma de Oro” en el Festival de Cannes con María Candelaria (1943), Pueblerina (1948), La malquerida (1949), The Torch (1949) siendo éste su único filme grabado en Hollywood, Cuando levanta la niebla (1952) con Arturo de Córdova, La Chorca (1973) y su último trabajo, Erótica (1978), eso sin mencionar su trayectoria como actor, de la cual, el rollo galo Pirates y ¡Arriba Michoacán! en 1986, fueron sus dos últimas participaciones en la pantalla grande.

 

Respecto a la temática en sus obras cinematográficas, este enérgico cineasta ha sido el único con la sensibilidad para captar el alma indígena de México, entre maravillosas tomas de nuestra naturaleza, así como entender la marginación e injusticia que se vive entre los desfavorecidos, lo que sufre el llamado indio, la grandeza del campesino, los amores imposibles… y el significado de ser mexicano.

 

A sus 85 años, un 6 de agosto de 1986 en la capital mexicana, el “Indio” dejo un profundo vacío para la cinematografía mexicana, al dejar cuarenta títulos como cineasta, más de una centena de películas como actor, cuatro como productor y cuarenta como argumentista.

 

Aurora Reyes… entre murales y poemas

 

La primera muralista mexicana nació en Hidalgo del Parral el 9 de septiembre de 1908, su abuelo fue el General Bernardo Reyes, quien murió en manos del ejército de Victoriano Huerta, por considerar a su familia enemiga de este mandatario, lo que causó que se mudaran a la capital mexicana y sufrieran pobreza, al grado que la artista, en sus años de infancia, tuvo que vender en la Lagunilla los panes que su madre preparaba.

 

En su etapa como estudiante de preparatoria conoció a Frida Kahlo, con quien entablo una amistad de por vida; compartían su gusto por el lenguaje altisonante y enamorar jovencitos. Al ser expulsada de la escuela por golpear a una prefecta y ante tal acontecimiento, opta por estudiar pintura en la Academia de San Carlos.

 

Poeta, intelectual, activista, maestra y la primera mujer muralista mexicana, Aurora realiza su primera obra plástica Atentado de las maestras rurales (1936) en el Centro Escolar Revolución, aunque uno de sus murales más destacados fue Trayecto de la cultura en México (1962), donde muestra el periodo prehispánico, colonial y moderno del país. En total existen siete murales de la artista.

 

Militante del Partido Comunista de México, cofundadora de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios, precursora del derecho de la mujer al voto, así como dirigente sindical, la también llamada “Cachorra” -comenta su nieto Héctor Godoy-, que después de la tragedia de Tlatelolco dentro del movimiento estudiantil de 1968, cuando Luis Echeverría asume el cargo de Presidente de la República, acudió a la puerta de su casa para ofrecerle un cargo público, a lo que ella respondió que no hacía tratos con asesinos y lo despidió con despectivo recuerdo para su madre.

 

Algunos motivos como estos, fueron causantes de que se mantuviera en el olvido la obra de Reyes por casi treinta años después de su muerte el 26 de abril de 1985, hasta hace unos cuantos meses en el pasaje del metro Bellas Artes, se expuso su obra de manera temporal. La conexión que siempre mostró con el pueblo, bien merece que sus bocetos, dibujos, retratos, así como poemas sean presentados en los principales recintos culturales del país.

 

Estimados lectores de Homo Espacios, les comparto algunos enlaces de estas tres figuras del arte mexicano:

 

José Pablo Moncayo (Documental).

Emilio el “Indio” Fernández (Entrevista).  

Aurora Reyes (Cápsula).

 

bottom of page