Mientras en México la jerarquía católica aún viven inmersos en el oropel, ligados a la clase política en turno, alejados de actos de protección a migrantes, ausentes de la búsqueda de los desaparecidos y su máxima crítica de papel la realizan a través del editorial del semanario “Desde la Fe”, hay un puñado de religiosos que todos los días se enfrentan las amenazas del crimen y al desdén de las autoridades en su labor pastoral.
El padre Alejandro Solalinde es uno de esos religiosos que todos los días viven entre la esperanza de un país mejor, donde los migrantes no sean maltratados o desaparecido y que las políticas y programas públicos defiendan los derechos humanos de niños, mujeres y jóvenes que cruzan por México en su paso hacia Estados Unidos.
Nacido el 19 de marzo de 1945 en el Estado de México, Alejandro Solalinde es tal vez la voz más crítica para el gobierno federal y los gobiernos estatales y municipales en el tema migratorio, sobre todo respecto a los abusos en contra de centroamericanos, así como sus denuncias en temas como las desapariciones forzadas, el narcotráfico y la corrupción.
El 26 de febrero de 2007 fundó el albergue “Hermanos en el Camino” en Ciudad Ixtepec, Oaxaca, el cual se ha convertido en un oasis para los migrantes que cruzan por México. En el lugar se les ofrece alimento y posada así como asistencia médica y psicológico, además de orientación jurídica.
“Antes de entrar en esto de los migrantes era una persona sencilla, común y corriente, y desconocida. Escogí los migrantes porque eran una zona muy hermosa para morir, para pasar los últimos años de mi vida sirviendo de forma anónima, pacífica, privada, y retirarme así”, dijo hace algunos meses durante la presentación de un libro.
De hablar pausado, pero directo, Solalinde ha sido en varias ocasiones amenazado de muerte. En 2012, durante la guerra contra el narcotráfico que decretó Felipe Calderón, el religioso fue una de las víctimas colaterales. En mayo abandonó el país debido a una serie de amenazas que recibió por su labor humanitaria. Fue un exilio forzoso de dos meses.
Siempre al margen de los partidos políticos y sus gobernantes, nunca dispuesto a la lisonja que tanto gusta a al Arzobispo Norberto Rivera, el padre Solalinde, ha realizado diversas caravanas por México, Centroamérica y Estados Unidos para exponer la difícil situación de los migrantes y la necesidad de un cambio de políticas hacia ellos.
Uno de sus mayores enemigos son los grupos delictivos y cárteles dedicados al secuestro y extorsión de migrantes. El sacerdote ha mantenido una campaña de denuncia contra estos grupos criminales. También ha denunciado a policías de todos los niveles y agentes del Instituto Nacional de Migración por sus abusos contra los centroamericanos.
El paso 18 de mayo el sacerdote y defensor de derechos humanos denunció mediante su cuenta de Twitter ser objeto de amenazas: 2Ayer se me advirtió que " frenara la lengua". Yo estoy bien, no tengo miedo y voy a seguir hablando lo que me dicte mi conciencia”.
Alejandro Solalinde: entre la esperanza y las amenazas
Vanguardia Digital