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Es parte de los miles de migrantes hondureños que cada año llegan o cruzan por México. Se libró de ser deportado como cada año ocurre con un más de 100 mil de sus paisanos, afortunadamente tampoco acabó en una fosa clandestina.  Brayan López Laboriel, de 21 años, no tiene en su mente el llamado “sueño americano” sino que suspira, vive y entrena para su pasión: el futbol.

 

No le importó en 2012 dejar todo en Honduras para arriesgar su vida,  treparse al tren conocido como “La Bestia” en Chiapas y prácticamente burlar a los traficantes y criminales que acechan a los centroamericanos, todo ello para meter metafóricamente su primer gol en México y  acercarse a sus ídolos de los clubes Pachuca y América.

 

Cuando apenas tenía seis meses de edad, Brayan López Laboriel perdió a su madre y nunca supo de su padre. Nació en el barrio Cabañas de San Pedro Sula, pero creció en Sangrelaya, Colón. Fue criado por Doña María López, su abuela. De niño sufrió bullying en la escuela y sobrevivió junto con sus tres hermanos vendiendo pan de coco.

 

Ya adolescente vivió la violencia cotidiana de ese país, tuvo robar y  vender drogas para sobrevivir. Se hartó de esa vida por lo que  decidió ir a la ciudad de La Ceiba a probar suerte en  los clubs de futbol  hondureños  Victoria y  Marathón para hacer una prueba. No tuvo suerte, destaca el portal de noticias deportivas Diez de Honduras.

 

·        El balón rueda a su favor

 

El 9 de febrero de 2011 quedará grabado para siempre en la memoria de Bryan. Ese día la Selección de Honduras tuvo un partido amistoso ante Ecuador en La Ceiba. Ahí conoció a los que luego serían sus dos grandes amigos y padrinos en México: Walter Ayoví y Michael Arroyo.

 

 “Yo estaba en ese partido, cuando de repente Ayoví me pregunta si conocía a un barbero cercano al hotel donde estaban concentrados, les ayudé y charlamos un poco, le conté mi historia de infancia, le comenté sobre la situación de mi familia, que quería sacarlos adelante, pues yo  deseaba cumplir mi sueño de jugar futbol.  El me brindó su número de teléfono porque dijo que me iba a ayudar”, explica.

 

Bryan tomó la decisión de emigrar a México en 2012, nunca imaginó que se rodearía de estrellas del fútbol. Agarró sus pocas pertenencias y partió en busca de su sueño. Sufrió, como cientos de miles de hondureños y centroamericanos. Aguantó hambre, tenía que pedir dinero a la gente para probar un plato de comida y llegar a su destino.

 

De aventón llegó a Guatemala, caminó más de 200 kilómetros para arribar a México. Su destino era Pachuca. Ahí se reencontró con Walter Ayoví, quien en ese entonces jugaba para los “Tuzos”. Bryan le recordó su promesa de ayudarlo y el ecuatoriano cumplió. Le abrió las puertas de su casa, le dio de comer, le compró vestimenta y le regaló unos pesos mexicanos.

 

·        Michel Arroyo: su ángel guardián

 

En 2013 busca a Michael Arroyo, cuando el hoy americanista jugaba para el Atlante. Al principio el también ecuatoriano no recordaba su encuentro en Honduras, pero después se convirtió en su ángel guardián y lo invito a viajar a Cancún.  “Desde ahí mi vida cambió por completo, le agradezco a Dios la oportunidad y toda la ayuda que Arroyo me ha brindado, no es cualquier jugador que hace eso”.

 

Michael Arroyo prácticamente adoptó al catracho. En la temporada 2014-2015 el ecuatoriano estampó su firma con el considerado equipo más grande de la liga mexicana: El  América.

 

“Arroyo me lleva a los entrenamientos, a los partidos cuando se puede, a veces practico fútbol con las reservas del América. No he podido quedarme en ningún club por el momento, pero todos los jugadores del equipo me quieren un ‘chingo’, me apoyan, me aconsejan”.

 

Bryan se emociona por el apoyo del ecuatoriano. “Me tiene viviendo en un apartamento junto a uno de sus empleados casi a la par de donde él está con su familia. A ambos nos da un hogar. Cuando necesito dinero para mandarle a mi abuela y mis hermanos, me lo brinda. Yo la verdad no tengo cómo agradecerle todo lo que ha hecho por mí, espero algún día poder pagarle todo”.

 

El hondureño de 21 años  busca regularizar su situación migratoria en México y mantiene firme su sueño de jugar en algún equipo grande como el América o Los Tigres: “Yo quiero jugar en un equipo, de pequeño siempre lo he buscado, mi vida no ha sido fácil, he sufrido, he llorado, pero conocer a personas como Walter Ayoví y Michael Arroyo es de las mejores cosas que me ha podido pasar”.

 

Sin embargo, reconoce la existencia de racismo. “Donde más me dolió fue en Dorados y Murciélagos, porque me dijeron que no querían agarrar a este negro porque no había dinero. No quiero dinero, sino para comer y un techo. Si debuto y hago goles, los equipos me van a querer. No quiero ganar cinco mil dólares al instante”.

 

Por los campos de Coapa, nido de las Aguilas del América, Brayan ha sido prácticamente adoptado por  otros jugadores como  el mexicano Oribe Peralta. “Hice pruebas con Atlante, Sinaloa y no salió”, pero el sueño de migrante sigue intacto.

 

www.theexodo.com

De “la bestia” al futbol mexicano: Crónica de un migrante hondureño

 Vanguardia Digital

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