Hay políticos que arrancan tareas y responsabilidades con buena estrella; algunos en excelentes condiciones que los instalan necesarios porque sus habilidades dan para eso y más. Aunque la máxima refiere que, en un equipo, todos son necesarios pero nunca indispensables. Y la puerta es estrecha para el acceso más amplísimo para la salida.
Columnista del periódico La Crónica de Hoy. Director del portal Entresemana.
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Quiénes entran al equipo de las grandes ligas y quiénes salen, depende constitucionalmente del jefe máximo, el Presidente de la República. Una decisión que no obstante ser individual depende de criterios que, verdad de Perogrullo, se nutren principalmente en los resultados del colaborador, integrante del gabinete. Y del fuego amigo.
En el caso de los gobernadores, diputados federales y senadores, la decisión, consultada con el Presidente y jefe máximo del partido en el poder, esencialmente, se asume vía juicio político que apisona el terreno para el desafuero, o la desaparición de poderes en el caso de los mandatarios estatales que suelen vestirse de virreyes o señores feudales.
Sí, en efecto, la permanencia en el poder depende de la eficiencia en el ejercicio de éste, la ausencia de conflictos o la capacidad para resolverlos. Un ejemplo ocurrió el 25 de octubre de 1975, cuando el entonces joven gobernador de Sonora, Carlos Armando Biebrich, tenía 36 años y un futuro prometedor, fue defenestrado por diferencias con el presidente Luis Echeverría Álvarez, quien lo había arropado como proyecto político personal.
Por supuesto, hay varios casos de tiempos recientes en lo que la permanencia de gobernadores con franca fama de corruptos, ha sido asunto de impunidades y acuerdos soterrados. Otros, como los guerrerenses Rubén Figueroa Alcocer y Ángel Heladio Aguirre Rivero, debieron dejar el cargo porque su permanencia era insostenible, so riesgo de un conflicto mayor. El primero pidió licencia al cargo, que es lo mismo que dimitir, por la matanza de Aguas Blancas; el segundo por el caso de Iguala-Ayotzinapa.
Ninguno, empero, ha sido sujeto a proceso por su presunta responsabilidad en aquellos hechos. Otros gobernadores como Fausto Vallejo Figueroa, de Michoacán, y Eduardo Robledo Rincón, en Chiapas, dejaron el cargo por asuntos de seguridad nacional; el michoacano con un gobierno infiltrado por el crimen organizado y, el chiapaneco, porque el llamado Ejército Zapatista de Liberación Nacional no lo quería en Palacio de Gobierno. En fin.
Causales de suma gravedad suelen ser consecuencia de ese llamado fuego amigo, el término militar retomado por los políticos para asumirse víctimas de compañeros del mismo partido e intereses similares.
Merced al fuego amigo que acabó por complicarles el escenario de gobierno con conflictos intempestivos, fueron los casos de Guillermo Cosío Vidaurri, a quien explosiones en el drenaje contaminado con derrames de gasolina en Guadalajara, enlutaron cientos de hogares y determinaron su dimisión. O la crisis de gobierno generado por Xicoténcatl Leyva Mortera en Baja California, a mediados de la década de los 80 que lo llevaron a renunciar al cargo. El fuego amigo estuvo presente.
Y, en tiempos más recientes cuando Enrique Peña Nieto gobernaba el Estado de México, a sus malquerientes del PAN y del PRD que pretendieron descarrilarlo de la carrera por la Presidencia de la República, se sumaron intereses tricolores mexiquenses y fuera de la entidad, aunque finalmente se disciplinaron en la tarea de recuperar el poder perdido doce años antes.
La larga referencia viene a colación porque hay evidencias de que a la puerta del hidalguense Miguel Ángel Osorio Chong ha tocado la impronta de descarrilarlo a medio camino de la carrera presidencial. ¿Será fuego amigo?
Como secretario de Gobernación y amigo del presidente Enrique Peña Nieto, Osorio Chong debutó en el gabinete presidencial en turno sin el antecedente de un gran gobierno ni extraordinaria administración como gobernador del estado de Hidalgo.
Pero, finalmente la amistad que estrechó con Peña Nieto en esos días en que éste gobernaba al Estado de México, sirvió para acordar alianzas y, al final, la incorporación del Grupo Hidalgo en respaldo del Grupo Atlacomulco.
Caminando el tiempo, Osorio Chong se encontró con que ser responsable de la política interna de un país complicado como México, no era igual que atender un conflicto con ganaderos de Tulancingo, y desde el mismo 1 de diciembre se le comenzó a complicar el escenario con sedicentes anarquistas que, prácticamente a las puertas del Palacio Legislativo de San Lázaro, en cuyo salón de plenos rendía protesta su amigo, Enrique Peña Nieto, como Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, pretendían incendiar al país.
De ahí en adelante, en tres años los conflictos se han hilado sin soluciones finales. El caso del Instituto Politécnico Nacional estuvo en riesgo de complicarse a nivel nacional cuando se sumaron a la causa universidades públicas y privadas; se atendió pero el conflicto está latente.
Y, bueno, ahí están los temas de Tlatlaya, la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, con el ex gobernador Ángel Heladio Aguirre Rivero en el plan de inocente; ni qué decir del sangriento proceso electoral 2014-2015 y hasta llegar a la fuga de El Chapo Guzmán, por cuya causa han caído funcionarios del segundo nivel designados como parte de las atribuciones que tiene el secretario de Gobernación.
Y Osorio Chong es identificado como cabeza del Grupo Hidalgo, por ello, responsable de todos los desaguisados y conflictos, incluso de impacto negativo a la familia presidencial, con el tema de la Casa Blanca. Jesús Murillo Karam fracasó en la tarea de procurador General de la República y Eugenio Imaz Gispert ha demostrado que nada tiene que hacer en el área de los asuntos de seguridad nacional.
Bueno, incluso en la delicada área de la Dirección General de Juegos y Sorteos –de la que hay material para tratarlo por separado—duermen con el enemigo que da el pitazo a los jeques del juego cuando se traza un operativo contra apuestas ilegales.
En este tenor, el fuego amigo y la inexperiencia de parte de su equipo de procedencia hidalguense, acotan las expectativas de Osorio Chong y atizan despropósitos para descarrilarlo de la carrera presidencial. Porque, lo que ocurre en el país, apenas sería reflejo de lo que pasa en la Secretaría de Gobernación y particularmente en el Grupo Hidalgo. ¿Pondrá orden el ex gobernador o dejará hacer y dejar pasar? Digo.
LUNES. En Campeche, en el marco de la celebración del Día del Caminero, el presidente Peña Nieto reconoció el trabajo del secretario Gerardo Ruiz Esparza, quien hizo un recuento de las medidas que ha tomado la SCT para transparentar los procesos de la Secretaría y generar mayor confianza en la ciudadanía.
Estas medidas se complementan con el convenio suscrito con la Cámara Mexicana de la Industria de la Construcción, el cual establece un protocolo que regula el contacto entre servidores públicos y empresas participantes en los procesos licitatorios, así como la firma de declaraciones de integridad y apego a la legalidad, bajo protesta de decir verdad, de servidores públicos y de los representantes de las empresas. Conste.
¿Descarrilar a Osorio Chong?