Por Francisco Lizarazo
Periodista, comunicador social, catedrático y Director del portal Visiones Particulares
“Los caminos ya están trazados, también en las estrellas”
"El camino del Puma" o la realidad que no queremos ver
Un anciano está de pie como meditado. Solamente está apoyado en su bastón. Los minutos pasan y como volviendo de sus recuerdos camina hacia la luz para contar lo que ha sido su vida, una de sufrimientos, luchas, alcohol, discriminación y soledad.
El hombre siente dolor en su cuerpo y busca una razón a su mal recurriendo a los animales. Se ve como un niño pequeño que en medio de la selva le pregunta al sapo qué le sucede a su cuerpo, pero el animal no le interesa la conversación, él se sabe feo y eso le basta. Luego el niño recurre a la mariposa, pero esta poco entiende y solamente se preocupa por ser feliz durante su corta vida.
El anciano sabe que la respuesta no está en la selva ni en los animales, por ello vuelve a recurrir al pasado, a su vida, al trabajo en estado de ebriedad, la relación con su patrón, a los pesares que vive para el alimento a sus hijos, sabiendo que su presente y su futuro son poco generosos.
Se refugia en la soledad de su imaginación como escape de una realidad que lo tiene alejado de su familia. Baila como exorcizándose de su vida de sus demonios, él es un colla.
Este personaje – que causa desasosiego y tristeza en quien lo ve – es el protagonista de “El camino del Puma”, obra teatral ganadora de la XXVII Fiesta Provincial del Teatro – Jujuy 2011, escrita por Juan Alberto Villegas, quien actúa y dirige, y que se presentó en la Sala Galán del teatro Mitre de Jujuy en el marco de la 11 Feria del Libro, con la producción del grupo de teatro La Vida Es Una Barca.
El silencio y la soledad reflejan la necesidad del personaje, por lograr estar en paz consigo y con los suyos. Una manera de expiar sus males es recordarlos, danzar con ellos, batallar con esos demonios que están en nuestro interior. Por ello vemos cuadros donde el anciano pasa a ser un niño, en otros momentos es un adulto víctima del alcohol, abusado en el trabajo por su patrón y un ser alejado de sus seres queridos.
El anciano es un símil con el puma porque como lo escribió Romina Chávez Díaz “quizá por esa fuerza animal que el colla lleva en su interior, o tal vez por el tono cobrizo de su pelaje, similar al de los hombres de rostro milenario”.
La historia de “El camino del Puma” desconcierta, el público no ve secuencias y provoca en él risas y poca atención, tomando en cuenta que en esta función los espectadores eras alumnos de escuelas que fueron invitados a presenciar la obra y que poco interés mostraron en la representación, que además tiene el defecto de presentar finales falsos, que hacen creer que el final pero a los pocos segundos continúa la función, creando mayor confusión.
El personaje deja varias veces la escena, generando un silencio, para regresar con diversos elementos que componen sus tradiciones (polvo, baile, música). También trae consigo arcilla con la que cubre su cuerpo queriendo volver a la tierra, a la madre, a la Pachamama, para sentirse feliz nuevamente, en paz y así – todo lleno de lodo – “el puma” deja la escena en silencio por una última vez, un silencio que no se llega a interpretar como la despedida del personaje y en la sala nadie sabe qué hacer, hasta que desde la sala técnica comienzan los aplausos para que los demás los sigan, pero sin que el anciano, ya actor, salga a recibir las felicitaciones y solo quedó un escenario vacío.
Tal vez esta versión presentada ante el público estudiantil haya sido una adaptación de la obra y por eso algunas escenas no se logran en tender a plenitud, pero el desaliento del personaje y la oscuridad que lo rodea, junto a la espiritualidad del colla sí están presentes y es una muestra más de la vida sufrida que deben llevar los pueblos originarios, que día a día sufren y padecen mientras los gobiernos alegan que ahora están mejor que antes, o esa es mi Visión Particular.
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