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Dos acciones del presidente Enrique Peña Nieto han sacado del archivo priista procedimientos que han ofendido a los aduladores palaciegos y aportan parque a los francotiradores que cobran en nóminas oficiales. Las descalificaciones deambulan en los medios de comunicación en busca de likes y retwits. Cada quien su espacio y su conciencia en paráfrasis recurrente de la tecla a modo: “te pago para que le pegues”.

 

Columnista del periódico La Crónica de Hoy. Director del portal Entresemana.
Correo: sanchezlimon@gmail.com
Twitter: @msanchezlimon 

De Peña Nieto podrá decirse misa, mas fue un mentís para sus malquerientes la forma en que resolvió la integración del equipo colateral de gobierno, el político-político, es decir, el del Partido Revolucionario Institucional que lo acompañará en la segunda parte de su administración y que demostró, con largueza, su operatividad en la LXII Legislatura del Congreso de la Unión.

 

Fuera rubores y guardar las apariencias. El jefe máximo, el comandante supremo de las fuerzas tricolores, Enrique Peña Nieto, retomó públicamente ese cargo perdido hace quince años y decidió quién debe ser el presidente del Comité Ejecutivo Nacional priista. A la basura la sana distancia entre el Presidente y su partido, el PRI.

 

Y, junto con este mensaje a quienes no chistaron en 1999 la determinación presidencial de dejar en la orfandad al PRI, Peña Nieto se decidió por alguien que no es considerado miembro de su equipo –aunque ahora se sabe que ha tenido derecho de picaporte en Los Pinos--, un político de tiempo completo a quien hace cuatro años descalificaron porque se atrevió a manifestar su interés por contender por la candidatura tricolor a la Presidencia; al mismo que, casualmente, una vez que dejó de ser gobernador de Sonora en 1997 le enderezaron una campaña de desprestigio para encarcelarlo, porque era pública su amistad, nunca negada y por cierto mantenida contra todo, con Carlos Salinas de Gortari. ¿Identifica usted al operador de aquella cacería de salinistas? Bueno.

 

El fiel de la balanza --como se autonombró José López Portillo y Pacheco, años más tarde se asumiría el último Presidente de la Revolución Mexicana-- ha vuelto en el estilo de gobernar –Daniel Cossío Villegas dixit-- de Enrique Peña Nieto cuya firme decisión es no entregar a la oposición el máximo cargo de elección popular de México: la Presidencia de la República.

 

La del trabajo partidista, es legal y obligada práctica del poder. En toda sociedad moderna el Presidente asume su posición al frente del partido que lo postuló y encumbró políticamente; hace campaña y se reúne con los dirigentes partidistas, con la estructura directiva para determinar la ruta de trabajo. Eso es hacer política, lo demás cae en la insultante mecánica de guardar las formas, cuando es vox populi que el jefe político nato es el Presidente.

 

Así, la burbuja anti Manlio Fabio Beltrones estalló cuando, luego de una plática en la oficina presidencial de Los Pinos, el sonorense salió con una decisión que llevaba la paráfrasis “no se hagan bolas, el bueno es Manlio”.

 

Sí, como en aquellos días cuando los apetitos de poder del grupo que arropaba a Manuel Camacho Solís hincaban diente en la campaña de Luis Donaldo Colosio Murrieta y echaban a rodar la versión de que renunciaría a la candidatura. “No se hagan bolas, el candidato es Colosio”, atajó Carlos Salinas.

 

Y no fue, entonces, Camacho quien asumiría el relevo en la ansiada candidatura a la Presidencia de México por el asesinato de Colosio. No, el 29 de marzo de 1994 rindió protesta como candidato de relevo, Ernesto Zedillo Ponce de León, quien había renunciado a la cartera de secretario de Educación Pública, en 1993, para asumir la coordinación de la campaña de Luis Donaldo. Mas nunca brilló en la coordinación. Incluso, no acompañó al candidato a la etapa en Tijuana, que incluía el acto en Lomas Taurinas. ¿Priista?

 

Veamos. El próximo 27 de diciembre, Ernesto Zedillo Ponce de León cumplirá 64 años y, según su biografía, 44 de ellos ha militado en el Partido Revolucionario Institucional. Sin embargo, salvo una breve tarea desempeñada en el entonces Instituto de Estudios Políticos, Económicos y Sociales del PRI, carece de antecedente partidista alguno.

 

¿Qué lo llevó a deslindarse del PRI? La versión de que negoció con poderes fácticos entregar la Presidencia a la oposición panista, tiene múltiples pinceladas de veracidad. Sin militancia priista se guardó el momento para cobrar factura a su antecesor y al equipo económico que lo habría abandonado cuando el famoso “error de diciembre”.

 

A Carlos Salinas de Gortari lo persiguió con el puño inquisidor y “justiciero” de la Procuraduría General de la República, que entregó al panista Fernando Antonio Lozano Gracia y al fiscal especial Pablo Chapa Bezanilla. Raúl Salinas fue a prisión y la PGR se despeñó por el barranco del desprestigio.

 

Y, el 3 de febrero de 1999 comenzó a cocinarse la entrega del poder al PAN, cuando el entonces secretario de Gobernación, Francisco Labastida Ochoa, anunció que el presidente Zedillo no influiría en la designación del candidato presidencial. Sepultaba el dedazo y jubilaba al Gran Tlatoani. ¿Por qué?

 

El caso es que, si quedaba alguna duda, en el acto de aniversario del PRI, el 4 de marzo de 1999, frente al priismo nacional, Ernesto Zedillo Ponce de León informó que no designaría al candidato del PRI a la Presidencia pero, aclaro, “tengo autoridad moral para opinar”. Y, declarada la sana distancia con el tricolor, se fue a Los Pinos a concluir su mandato. Le quedaban menos de dos años, suficientes para dejar a la intemperie al candidato presidencial del PRI, Francisco Labastida Ochoa.

 

En 1997, Manlio Fabio Beltrones entregó la gubernatura de Sonora. Hasta 2002, con el PRI como oposición, retornó a la actividad pública como secretario General de la CNOP y, de ahí a la fecha, su influencia creció al nivel del cargo que, sin duda alguna, ocupará a partir del próximo 20 de este mes, la presidencia nacional del PRI, en la práctica de la cercanía con el Presidente de la República, el Gran Tlatoani que ha enterrado la sana distancia operada por Ernesto Zedillo, un priista que nunca fue.

 

¿Por eso entregó Zedillo la Presidencia de la República a Vicente Fox, quien el día de la elección, en agosto del año 2000, se sorprendió cuando le dijeron que había ganado? Digo.

 

LUNES. El pasado 18 de mayo, en este espacio referí que, “en Campeche, el sábado último, le preguntaron acerca de sus aspiraciones para presidir al CEN del PRI y, luego, buscar la Presidencia de la República en 2018. “Eso es muy adelantado –respondió Manlio--. Es adelantarse mucho a lo que puede acontecer. En mi pueblo dicen que cuando se montan tiernos los becerros, se pandean, de tal suerte que no hay que hacerlo”.

 

“Por cierto, Manlio reiteró que eso de buscar la dirigencia nacional del PRI no es, para él, una obsesión. O lo que es lo mismo: te lo digo Juana para que me entiendas Chana”. Agregaría la máxima de que nadie se muere en la víspera. Conste.

El priista que nunca fue

 

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