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  Por Luis Carlos Rodríguez González 

 Periodista y Director del diario digital The Exodo

 

En México los Donalt Trump "de closet"

Tal Cual

Es el coctel perfecto de la intolerancia y el racismo que se prepara muy seguido en Estados Unidos y aunque no se reconozca también en México: declaraciones de políticos o personajes en contra de minorías étnicas, venta legal o tráfico de armas sin control, programas de televisión que alientan el odio racial, religioso o por cuestiones sociales y al final tragedias, crímenes como la Charleston.

 

Las declaraciones de Donald Trump al señalar que “los mexicanos que cruzan la frontera para trabajar en Estados Unidos México está comiendo nuestro almuerzo. ¿Por qué no dejar a los ilegales conducir coches a través de la frontera?"

 

No es sólo el magnate y precandidato presidencial estadunidense. Muchos aplaudían en el vecino país el discurso antimexicano que incluyó “los inmigrantes de México como traen drogas, la delincuencia, son violadores, y supongo algunos  son buenas personas."

 

En México todos los sectores respondieron. Desde la cancillería, el titular de Gobernación, senadores, diputados, artistas y empresarios se envolvieron en la bandera del patriotismo y cual niños héroes se arrojaron al rescate de la patria, de lo mexicano.

 

Lo que ocurre en Estados Unidos en materia de racismo, crímenes de odio, como el ocurrido hace unos días en un iglesia a en Charleston, Carolina del Sur, donde  nueve personas afroamericanas fueron asesinadas por un joven blanco, no es un hecho aislado, ni en Estados Unidos ni en México.

 

Allá la comprar armas es igual que ir por unos tenis a un Wall Mart o en una tienda de deportes o bien retacar la despensa con arsenales que se pueden adquirir en cientos de feria de armas,  lo que facilita este tipo de crimines racionales. Pero en nuestro país no estamos lejos de ese odio por los indígenas, por los afromexicanos, por los migrantes  centroamericanos.

 

Sólo que aquí en lugar de AK-47 se utilizan las redes sociales o los apodos. Recuerden a una hija de la actual pareja presidencial tildando de “nacos” a quienes criticaban a su padre o cualquier “lady” que utiliza para ofender a quien le gana un lugar en el supermercado o para despreciar a quien para ella es inferior frases o palabras como “indio, asalariado, naco” o cualquier sarta de ofensas.

 

Lo ocurrido en San Fernando, Tamaulipas, en 2010, donde un grupo de sicarios asesinó a 72 migrantes centroamericanos y sudamericanos, en el fondo muestra el desprecio hacia los extranjeros que vienen del sur de México por parte grandes sectores de la población mexicana.

 

En México todos se indignaron. Sin embargo la  Encuesta Nacional sobre Discriminación en México 2010, elaborada por el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred), refleja que 23 por ciento de los habitantes del país no estaría dispuestos a vivir con alguien "de otra raza" o "con una cultura distinta".

 

De igual forma, 55 por ciento de los y las mexicanas admiten que en el país se insulta a los demás por su color de piel, pero de ese total, 11 por ciento justifican que así sea o están de acuerdo con que los indígenas son pobres "porque no trabajan lo suficiente".

 

Además, 20 por ciento de las personas se sienten a disgusto con su tono de piel, 24 por ciento se han sentido discriminados por "su apariencia física" y 5.5 por ciento consideran negativo que la sociedad está formada por gente de fenotipos distintos.

 

Una anécdota para ilustrar nuestro racismo patriótico. En 1995, después del levantamiento indígena del EZLN, en San Andrés Larraizar, Chiapas, los grupos de llamada “sociedad civil” que se codeaban con los insurgentes e idolatraban al Sub Comandante Marcos con frases como “todos somos indígenas, todos somos Marcos”, no dejaron subir a la combi del transporte colectivo a una mujer tojolabal por que según ellos “olía mal”.

 

Ante los reclamos de reporteros que ahí viajábamos las defensoras del indigenismo mexicano se bajaron indignadas y lanzando lindas frases en contra de periodistas y de la mujer indígena. En el fondo todos en México somos un poco como el tal Donalt Trump, pero de closet.

 

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