En el sexenio de Felipe Calderón y su fallida “Guerra contra el Narcotráfico” las críticas eran respecto al alto número de muertos, desaparecidos, la mayor parte víctimas inocentes, que fueron catalogadas con cinismo en el gobierno calderonista como “daños colaterales”.
Calderón y su discurso demagógico, por momentos burlón, ni se inmutaba ante las cifras irrebatibles: más de 120 mil muertos y 30 mil desaparecidos, en un gobierno plagado de amiguismos, traiciones e incluso la muerte en “accidentes” de dos secretarios de Gobernación.
Sin tregua en el actual sexenio también la desaparición de personas: Datos del Registro Nacional de Datos de Personas Extraviadas o Desaparecidas (RNPED) detallan que del 2013 al mes de abril del presente año hubo 13 mil 156 desapariciones.
Los gasolinazos fueron uno de los temas más criticados por la población y por legisladores del PRI que señalaban que era un “impuesto oculto” sumado a escándalos de supuestas caídas del entonces presidente Calderón que en los pasillos de la política se atribuían más a su estado etílico y su gusto por el tequila.
Sin embargo, la economía del país, aún con ese clima adverso de inseguridad y los gasolinazos se mantenía en niveles aceptables. En 2012 creció 3.9 por ciento y el promedio del sexenio fue de 1.9 por ciento. La inflación en el calderonismo fue en promedio de 4.33 por ciento anual y la devaluación del peso contra el dólar pasó de 11.04 a 13.95, ello según cifras de Banxico.
En el actual sexenio el peso ha tenido una devaluación, perdón flotación, impensable, de 13 a más de 19 pesos y que ya se refleja alzas en diversos precios de productos básicos, alimentos, ropa, transporte, automóviles y todo lo que sea importado.
Gasolinazos y aumentos a luz y gas también han retornado en este sexenio, también plagado de escándalos de corrupción desde el primer año por la relación de funcionarios de primer nivel con constructoras y gobernadores de filiación priísta embarrados en enriquecimiento ilícito e incluso con el crimen organizado.
Las promesas de campaña del actual presidente Enrique Peña Nieto de revertir esta situación y en lo que ya es su cuarto año de gobierno, evidencian que quienes alucinábamos y repudiamos el sexenio sangriento y cínico de Calderón, ya hasta lo añoramos. Por lo menos la economía medio caminaba y los escándalos de corrupción de la alta burocracia se desataron hasta el final del sexenio.
En el cuarto año de gobierno del presidente Enrique Peña las cifras de la inseguridad y la violencia no son nada diferentes a lo ocurrido en el calderonismo: En 42 meses del actual sexenio se tienen registrados de 60 mil 538 homicidios dolosos, ello de acuerdo al Sistema Nacional de Seguridad Pública y todavía faltan contabilizar los últimos meses de este año y los dos años que quedan del peñismo.
Con Calderón nos espantamos y repudiamos el caso Lomas de Salvacar, en Ciudad Juárez donde sicarios acribillaron a 16 estudiantes y las fosas de San Fernando donde el crimen asesinó y enterró a más de un centenar de migrantes.
En este sexenio en que se pretendió “Mover a México” las cosas no son distintas: los casos Iguala, Tlatlaya y Tanhuato son botones de la violencia e impunidad, pero lo que es peor a manos de policías estatales y fuerzas federales involucradas en dichos crímenes.
Nunca creí reconocerlo. Conocí a Felipe Calderón y desde ahí percibí lo nefasto, prepotente e incapaz que era. Algunos años después lamento reconocerlo. Estamos tan mal hoy que hasta extraño al michoacano y su “haiga sido como haiga sido”. Tal Cual
¡Hasta se extraña el haiga sido como haiga sido!
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