Vuelto una tradición política, en la que se abre un impasse de negociación entre el debe y haber de los dineros públicos, el ceremonial de la entrega del paquete económico, del secretario de Hacienda en turno a la mesa directiva de la Cámara de Diputados, suele avivar previsiones de negociaciones bajo cuerda entre cabilderos que dejan tufo del cochupo millonario entre curules.
Columnista del periódico La Crónica de Hoy. Director del portal Entresemana.
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Pero resulta que el destino nos alcanzó y, junto con el desplome de los precios del petróleo, la elemental pertenencia a la aldea global nos arrastró a estancos ya conocidos porque es condición política coyuntural y la oposición se aplica en la amnesia y acusa al gobierno de inexperto, por lo menos, cuando no incapaz para conducir al país. ¿Qué se cabildeará? ¿Austeridad? ¿Vacas flacas?
Crisis económica, crisis política, crisis de credibilidad, crisis de seguridad pública y, en fin, todo ese espectro de la maledicencia que ataca a México cíclicamente, en especial en los últimos cuarenta años, desde que el populismo echeverrista trazó la ruta de un gobierno que se significó en la cooptación de la oposición de izquierda que acabó sumándose al sistema prácticamente como una especie de mal necesario para dibujar una democracia a la mexicana.
¿Por qué perseguir a Enrique Peña Nieto y apostarle a su desprestigio? ¿Por qué la ausencia de los operadores políticos que, en tiempos no lejanos del priismo hegemónico, actuaban meticulosa y puntualmente para enfrentar y desactivar este tipo de campañas negras de carácter coyuntural?
En tres años, la oposición, no necesariamente partidista, ha hecho trizas a la figura del Presidente de la República instalándolo en espacios del chisme de vecindad y hasta en linderos de la corrupción de altos vuelos azuzada por el tráfico de influencias y el conflicto de intereses.
La estridencia de temas como el reactivado caso de Ayotzinapa, dejaron atrás la responsabilidad de políticos perredistas y de la corriente de Andrés Manuel López Obrador, endilgándola a Enrique Peña Nieto y al equipo en el gobierno federal. Por supuesto que hoy Jesús Murillo Karam tendrá el rechazo opositor en el Senado de la República cuando se requiera aprobar su designación como embajador en Portugal, como ha trascendido será su próxima estación en esta carrera política que inicio en el estado de Hidalgo.
Pero, bueno, en este escenario de descalificaciones y urgencias de grupos opositores, no necesariamente de izquierda, por ver caer la cabeza de un miembro o ex integrante del gabinete presidencial, la serie de entrevistas que ha concedido Enrique Peña Nieto a los prohombres de los medios de comunicación se ha significado como la fórmula que los asesores presidenciales en materia de imagen y comunicación tardaron dos años y, digamos, medio en encontrar.
Quizá aún está a tiempo, ése equipo presidencial, de rescatar la imagen del Presidente de la República que se ha desplomado hasta llegar debajo de los cuarenta puntos porcentuales en la en el top ten de popularidad entre los mexicanos.
Porque esas entrevistas, en las que Peña Nieto no evade los temas espinosos como el de la Casa Blanca ni la baladí referencia de sus desencuentros maritales ni maquilla la situación económica del país y, en fin, los asuntos que han desgastado a su administración y su figura, otorgándole preferencias a la oposición que practica libre y con singular desparpajo el deporte de golpearlo y desprestigiarlo con trascendidos y rumores de que está enfermo de un mal severo.
¿Quién posibilitó esa irritación social que comenzó a prender en campaña, al grado de que nadie se atrevió a demandar se investigara a los grupos anarquistas que desde el 1 de diciembre de 2012 aparecieron irracionales, bárbaros delincuentes que pretendieron fabricar un mártir?
Quien haya sido, encontró campo fértil para empujar hacia el barranco al gobierno de Peña Nieto. Sería criminal que desde el mismo gobierno se hubiese fabricado este escenario de crisis que lindó, en su momento más crítico, en la ingobernabilidad.
En ese tenor, el paquete económico –Ley de Ingresos y proyecto de decreto del Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF) de 2016—entregado la tarde noche de este martes 8 de septiembre por el secretario de Hacienda y Crédito Público, Luis Videgaray Caso, al presidente de la Cámara de Diputados, Jesús Zambrano Grijalva, está sustentado en una realidad anunciada.
Contempla un gasto global de 4 billones 747 mil 946 millones de pesos, una reducción de 221 mil millones de pesos, equivalente a 1.15 por ciento del PIB con respecto de 2015, aunque en realidad el ajuste comenzó este año con 124 mil millones de pesos, de suerte que, en estricto sentido, sólo se añade el monto de 97 mil millones de pesos en la reducción del PEF hacia el año entrante.
El paquete económico es como una carta a los Reyes Magos, porque al final su destino depende de las negociaciones entre las principales bancadas en la Cámara de Diputados, pero igual en la opinión del Senado. ¿Recortes e incrementos? Los contrastes van en rumbos de los gastos personales, reducción de áreas y programas, pero aumento en el presupuesto para educación y seguridad pública.
Y, contra lo que se esperaba, Videgaray mantiene firme la impopular reforma fiscal porque, aduce el secretario de Hacienda, “es el pilar fundamental de la recaudación tributaria de este paquete económico”.
Incluso enfatizó en el hecho de que, por ello, el gobierno federal tampoco propone nuevos impuestos, mucho menos IVA a alimentos y medicinas, ni tampoco incrementos a los gravámenes ya existentes.
Bueno, apenas elemental una medida que evita atizar a la irritación social. Hay, empero, en este paquete, iniciativas de reformas a la Ley de la Administración Pública Federal, La Ley Hacendaria y de Responsabilidad de los Servidores Públicos y a Ley para la Asociación Público Privadas, básica para el proceso hacendario mas no de carácter impositivo.
En ese ánimo de desactivar protestas sociales, aunque los empresarios reclamarán la revocación de la reforma fiscal y, en los diputados del PAN, tendrán excelentes aliados, Videgaray aseguró que las iniciativas de reforma tienen como objetivo fundamental hacer un gobierno menos costoso y más eficiente, donde se reduce el gasto en servicio personal, el gasto operativo del gobierno e impera un principio de racionalidad en el gasto público.
Veremos cómo se cumple esa oferta, porque la obesidad gubernamental ha sido factor de irritación social. ¿Le creemos al gobierno de Peña Nieto? Digo.
MIÉRCOLES.- El periplo por todo el país, iniciado este martes en el Estado de México, por el joven secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño Mayer, tiene todas las características de una primera fase de campaña presidencial. Asegura que estará al lado de los profesores. Y de los escolapios y padres de familia, que votan. Bueno, igual el desplegado activismo de los secretarios de Desarrollo Social, José Antonio Meade Kuribreña, y de Sagarpa, José Calzada Rovirosa, tiene sus matices con el sello 2018. Nunca es temprano ni tarde, siempre es momento. Conste.
Irritación social y credibilidad