La magia de América…aires antillanos entre regazos sureños
Por Glen Rodrigo Magaña.
Homo Espacios se traslada a tres destinos que seguramente te cautivarán, ya sea a la orilla del mar carioca con una virgen villa de pescadores que en las noches alienta al abandono del cobijo sureño de sus nativas. Uruguay por su parte, blasona la etérea ciudad que edificó don Francisco Piria, con sus construcciones aristocráticas muy admiradas entre los sudamericanos. Asimismo, pero envuelto en naturaleza, los aires antillanos de Puerto Rico ofrecen un prodigioso bosque tropical subhúmedo, que cuenta con una enfática belleza entre sus milenarios árboles para convocar un selvático encuentro…con alguna musa puertorriqueña.
Amigos, los invitamos a escuchar las cápsulas homoespacieras dentro del programa “La otra frecuencia” en Radiorama 1530 AM, que se transmite todos los miércoles de 20:00 a 21:00 horas.
Los instintos interactúan con lo divino, la sensibilidad se agudiza, el regodeo se hace más constante, el apego a lo intangible conquista a la mente y la conmoción mora en el ánimo. Pequeños segmentos del omnipotente decoran un continente, pincelazos celestes acicalan estas tierras que no poseen -en lo auténtico- patrono alguno. Solamente el humano puede poner límites ilusorios en su absurdo deseo por adueñarse de sitios, solo el humano cree gobernar, pobre…dueño de todo y de nada.
Un regalo…el presente, ese sí nos pertenece y en cada chispazo de existencia nos ofrenda su beldad, ya sea por ejemplo, al sentir un delicado frote de la brisa marina en Canoa Quebrada entre el calor de los tiernos brazos de alguna menina brasileira, o tal vez bailar un tango uruguayo en lo alto del Cerro San Antonio, lugar que honra al patrono de las mujeres que buscan amor. Pero si el sentimiento es primitivo, definitivamente los sonidos de la selva mezclados con el recital de las olas puertorriqueñas, son una oriunda forma de disfrutar lo que encierra lo antes dicho y mucho, pero mucho más…el milagro femenino, que aglomera la mejor obra que el genuino propietario del todo, pudo realizar.
Canoa Quebrada…caricias entre el mar carioca
El rojizo de sus acantilados, los blancos arenales y el distintivo color del mar carioca hacen de Canoa Quebrada un destino que guarda la pureza de sus costas; pero en sus noches, la ansiedad de su avenida principal –Broadway- invita a la perdición entre las celestes figuras de sus nativas que se encuentran danzando en los bares de este paraíso brasileño.
Canoa, pertenece al estado de Caerá en Brasil, en el municipio de Aracati, el cual fue descubierto por los peninsulares Vicente Yáñez Pinzón y Diego Lepe, que desembarcaron en Fortaleza -capital de Caerá- pero no se interesaron en conquistar esta región. Tiempo después, a inicios del siglo XVII los portugueses conquistan estas tierras, aunque los holandeses -del periodo de 1649 a 1654- habitaron en Caerá construyendo la Fortaleza Schoonenborch, rebautizada por los colonos de Portugal como Fortaleza de Nuestra Señora de la Asunción, años posteriores. Otro dato interesante es que este estado brasileiro fue el primero en abolir la esclavitud en Brasil el 25 de marzo de 1884.
Por su parte, Canoa Quebrada ha permanecido como una villa de pescadores desde sus inicios, aunque cuentan que en 1685 el portugués Francisco Ayres da Cunha reconstruía su barco en la población de Arecati y se halló con este paradisiaco rincón tropical, pero su popularidad en definitiva fue gracias a un grupo de hippies que se asentaron en este edén tropical en la década de los setenta, además de que el grupo de cineastas franceses del movimiento La Nouvelle Vague filmaron en estas playas cariocas la película “Le Gabruges”, conocida en Brasil como “Agitación Operación” en 1968.
Las actividades que ofrece Canoa van desde recorridos por las dunas en algún buggy -pequeño vehículo diseñado para andar en la arena- para admirar los enrojecidos acantilados. Otra opción, es disfrutar las tranquilas aguas de la playa Da Lagoa do Mato o bucear en este mar color verde-azul. Los enamorados podrán pasear a caballo en la playa y suspenderse del romántico paisaje que ofrece el mar al acariciar los arenales. Para aquellos amantes…pero de la aventura, este poblado carioca ofrece practicar kitesurf, parapente e incluso clases de capoeira, aunque con sólo caminar por la playa y admirar el atardecer o disfrutar de las delicias gastronómicas de la localidad, hará que te enamores de Canoa.
Al despedirse el sol, los rituales nocturnos envuelven a este prodigioso poblado. Las meninas se reúnen en los bares ubicados en la avenida Broadway para realizar su espectáculo, el bronce de su piel brilla con el movimiento de sus celestiales cuerpos al ritmo de algún bossa nova, samba o reggae que te hará sentir muy interesado por el show, y para cerrar la función…despertar con la caricia de alguna nereida brasileira.
Piriápolis… la ciudad-quimera de un uruguayo
Francisco Piria Grossi que naciera un 21 de agosto de 1947 en Montevideo Uruguay, es el fundador de esta ciudad balneario ubicada en el departamento uruguayo de Maldonado. Piria desarrolló su infancia en Italia a lado de su tío que era sacerdote jesuita. A la edad de 13 años, regresa a su natal Montevideo para descubrir que su madre había muerto y su padre había fallecido años antes en Italia. Francisco se encontraba solo y sin dinero, por lo que comenzó a trabajar desde muy pequeño, en un inicio vendió diversos productos en el arrabal uruguayo, para después ingresar a la milicia e incluso se ofreció como peón en los campos y fue un destacado periodista, así como fundador del diario La Tribuna Popular en la década de 1880. Así inician los verdaderos empresarios, como dicen: “desde abajo”.
El esfuerzo, sus ahorros y una gran visión para los negocios inmobiliarios fueron las claves del éxito de este personaje, que soñaba en su juventud con construir el “Balneario del porvenir”. Esta fantasía empezaba a hacerse realidad cuando en 1890 funda un establecimiento agroindustrial en los alrededores del cerro Pan de Azúcar, incursionando en el negocio de los olivares y viñedos. Tiempo después, se bautizaría a este sitio como Piriápolis, la primer ciudad balneario de Uruguay.
Es imposible hablar de Piriápolis sin que se ligue con su creador, ya que casi todos los principales destinos turísticos de esta metrópoli llevan el sello de Don Francisco. Una prueba de ello es el Castillo Piria de estilo medieval, con sus dos grandes torres y su sublime jardín vasto de palmeras que entretejen esta elegante residencia inaugurada el 17 de agosto de 1897. La construcción realizada por el arquitecto Monzani, refleja el diseño de aquellas villas italianas de finales del siglo XIX, que Francisco Piria admiraba en sus años de infancia en el viejo continente.
El edificio consta de dos plantas y un sótano. El segundo piso presume sus balcones florentinos con una hermosa vista de la ciudad, además de admirar el cerro Pan de Azúcar. En su interior, el mobiliario y obras de arte provienen de Europa para engalanar las habitaciones y pasillos del Castillo.
Otra joya arquitectónica de la urbe es el Hotel Argentino, edificación realizada en los años veinte a cargo del arquitecto francés Pierre Guichot por órdenes de Don Francisco Piria. El Hotel fue la máxima obra que construyera Piria, sus finos vitrales de aproximadamente cinco metros cuadrados y su refinada escalinata reciben a los turistas con cierta gala en su ambiente. La planta baja contiene dos salas para tomar un delicioso café, adornado por los enormes ventanales que permiten visualizar el espectáculo marítimo. El comedor original del hotel al interior de un sublime salón te hace regresar a 1930, año que se inaugura el inmueble.
También el Hotel Argentino exhibe su galería en la planta baja, entre etiquetas de vinos exclusivos de los años treinta, postales de aquel periodo, el libro contable o de registro de turistas de los primeros años del Hotel y algunos libros originales escritos por don Francisco Piria. Asimismo, esta grácil edificación alberga el Casino de Piriápolis, inmortalizado por antiguas fotografías, ventanales refinadamente detallados y arañas que cuelgan del techo, como si fuera sacado de una novela de F. Scott Fitzgerald.
Por si fuera poco, Piriápilis cuenta con varias playas, un embarcadero, una zona boscosa y hermosas montañas como el Cerro San Antonio con sus 130 metros de altura, que podrás subir en sus aerosillas que desfilan desde el puerto del balneario a la cima del Cerro. La altura, y la suavidad de su pendiente, permite sea un paseo que sin dificultades pueda hacerse caminando, o si no, puede ascender en vehículo. Esta última posibilidad, es especialmente recomendable, ya que ofrece una linda panorámica y es una experiencia muy disfrutable. En las alturas, la modesta capilla del Cerro San Antonio honra a este patrono de las damas que buscan al amor. Cabe mencionar que la imagen del santo fue traída desde Italia… y tal vez, con algo de suerte encuentres alguna uruguaya -que entre sus oraciones-, te vea como resultado de su petición a San Antonio.
El Yunque puertorriqueño… pasión a lo selvático
Los primeros pobladores de este Bosque Nacional del Caribe cubierto de nubes fueron los indios taínos, quienes pensaban que en lo alto de la Sierra de Luquillo en Puerto Rico habitaba “Yuquiyú” o “Dios del bien”, nombrando a este sitio como “Yuque” o “el sagrado”.
A la llegada de los ibéricos escucharon el nombre como Yunque, nombre actual de esta selvática zona puertorriqueña. En 1876, el Rey Alfonso XII designó la Sierra como reserva, convirtiéndose en una de las primeras reservas de América. Ya para 1898, con la guerra Hispanoamericana, el gobierno español cedió Puerto Rico a los Estados Unidos y en 1903 el presidente estadounidense Theodore Roosevelt, proclamó al Yunque como Reserva Forestal de Luquillo, cambiándole el nombre poco tiempo después a Bosque Nacional del Caribe. Otro dato importante es que en 1976 la Organización de Educación Científica y Cultural de las Naciones Unidas (UNESCO) bajo el Programa el Hombre y la Biosfera, le brindó el título de primera Reserva de la Biosfera Internacional a Puerto Rico.
El enigmático sitio cuenta con inmensos árboles con más de mil años de antigüedad, helechos gigantes, lluvia diaria y espesas nubes en sus zonas altas, variando de clima tropical subhúmedo en su zona baja, a temperaturas que se acercan e los 18 grados centígrados a los mil pies de altura. Las diferentes cascadas y piscinas naturales abundan en este espacio, así como el encuentro con la Playa Luquillo, que resulta ser una experiencia completamente oriunda.
La comida es un lujo con sus diferentes platillos traídos desde el mar y sazonados al estilo Puerto Rico. El alojamiento entre cabañas playeras hacen que los atardeceres en la selva cobren un brío salvaje para los instintos, que seguramente serán calmados al llegar la noche… entre los sonidos del mar, los ecos reproducidos por el Yunke y la brisa antillana.
Solamente nos resta felicitar al ser que inspira cada artículo homoespaciero… gracias mujer y que disfrutes tu día.
Homoespacieros, les compartimos los enlaces típicos para que siguán disfrutando de La magia de América: