Hace unos días, colegas periodistas con una amplia y reconocida trayectoria como reporteros en la prensa mexicana, comentaban el radical cambio registrado en la relación prensa-gobierno y cómo se ha pasado de la crítica fundamentada, a la descalificación desmesurada, incluso entre pares de gremio. Perro come perro.
Columnista del periódico La Crónica de Hoy. Director del portal Entresemana.
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Y, en esto de las nuevas generaciones de periodistas o comunicadores –porque la modernidad tiende incluso a archivar la denominación profesional de la carrera de periodismo y la sustituye por ciencias de la comunicación—una estudiante del tercer semestre de la licenciatura de comunicación preguntaba qué ha cambiado en el ejercicio de este oficio-profesión en las últimas décadas.
En estos andares, por ahí en las redes el sábado último un sedicente periodista –tanto que no recuerdo su nombre, pero deambula con bellaquerías verbales por el Twitter-- descalificó a quienes no piensan como él y los acusó de ser periodistas oficiales.
Sí, el respeto entre pares, la ayuda mutua, el reconocimiento al trabajo ajeno, la unidad gremial que se arrumbó entre la impronta laboral y dio paso al “reportero kleenex”, jóvenes a quienes empresarios de los medios de comunicación explotan, utilizan y desechan, ha posibilitado el trabajo periodístico de medio pelo, coyuntural con temas insulsos que prohíja fruslerías y deja de lado el tema fundamental. Claro, claro, hay sus excepciones --y se debe reconocer su aportación a la escala de la denuncia en aras de limpiar de corrupción al poder público y privado-- aunque éstas luego corren por el cauce de los intereses bastardos.
Sí, la práctica del periodismo ha dado pie a un sectarismo azuzado por personajes como éstos salvadores de la patria que practican la mecánica de echar a andar una mentira hasta convertirla en una perversa “verdad”, así, entre comillas, que destruye carreras, honores y hasta familias. ¿Tumbar al gobierno? Bueno.
Pero cuidado con cuestionarlos y convocarlos a investigar los temas y ser imparciales. Han surgido los buenos y los malos, es decir, los que se llaman de izquierda y hasta anarquistas que asumen papel de dueños de la verdad porque apoyan y ponderan movimientos que, al final, suelen caer en el lodazal de las mentiras amañadas.
Y los malos, a los ojos de los buenos y sus seguidores en redes, que cometen el pecado de asumir una crítica neutral, despojada de inclinaciones partidistas e incluso ideológicas. Así, al que se atreve a reconocer un acto de gobierno, inmediatamente le llaman corrupto, vendido, maiceado, chayotero y amigo cuando no empleado del gobierno. Al que piensa y opina diferente lo linchan en la plaza pública de las redes, la hoguera del Facebook prendida por la antorcha del Twitter.
Por supuesto, tampoco se puede asumir que gran parte de la pléyade periodística ha estado integrada por damas de la caridad o filántropos de la comunicación. No, no se puede soslayar el antecedente de la prensa, de los periodistas, pues, que atendían a indicaciones de las oficinas gubernamentales, de la Secretaría de Gobernación en aquellos días del “no te pago para que me pegues” y de los tiempos recientes de los que se asumen puros, honestos y prístinos pero reciben línea salpicada de sospechosa crítica.
Tampoco se puede asumir amnesia con la praxis de políticos como el senador Manuel Bartlett Díaz, hoy dizque demócrata izquierdista y amigo de Andrés Manuel López Obrador, que fue cómplice y operador de verdaderos ataques contra la libertad de expresión cuando sus agentes tomaron las instalaciones de Publicaciones Llergo, editora de la Revista Impacto y de la policiaca Alarma!, para luego operar contra el Sindicato Nacional de Redactores de la Prensa y apoyar al empresario Juan Francisco Ealy Ortiz para despojar al sindicato de la titularidad del contrato colectivo de trabajo en El Universal y El Universal Gráfico. Cuestión de refrescar la memoria.
Dice Paco Gómez Maza que lo consideran articulista antisistémico. Y se respetan sus opiniones fundamentadas, sus posturas de severa crítica y hasta enojo personal por ciertas ocurrencias oficiales y decisiones gubernamentales que no acaban de responder a la demanda social que se ha convertido en el combustible para políticos de sedicente izquierda, como los legisladores de Morena que han prometido las perlas de la virgen para apisonar su andar en la naciente LXIII Legislatura federal.
En fin. La atomización del gremio periodístico, los intereses entre el bien y el mal, la descalificación entre pares ha posibilitado que temas como los de Ayotzinapa y la colonia Narvarte, por citar a los de mayor atención mediática, generen a jueces y hasta agentes del ministerio público en medios de comunicación, pero especialmente en las redes y portales que se resisten a aceptar que en éstos no hubo ataque premeditado del gobierno contra estudiantes normalistas y mucho menos agresión a la libertad de expresión con el asesinato del joven fotoperiodista.
En ambos casos las causas tienen tufo a crimen organizado, al trasiego de drogas. Y no se trata de acusar a los normalistas y al fotoperiodista de estar involucrados con el narco y el crimen organizado. No. Unos fueron utilizados –como ha trascendido en la retomada investigación—para fines criminales y, cuando se apoderaron del hoy famoso “quinto autobús”, los ejecutaron porque los consideraron miembros de una banda ajena. Y del fotoperiodista, simple y llanamente estuvo en el lugar y la hora equivocados.
Sin embargo, la estridencia y el ánimo revanchista, la mecánica de acusar al gobierno de todo y, en especial desprestigiar al presidente Enrique Peña Nieto, vale más y, por ende, difícilmente aceptará este sector ciudadano y de comunicadores la verdad.
Y es que éste es un manjar político, la veta que explotarán hasta el cansancio personajes de la izquierda oportunista, como el diputado federal perredista Rafael Hernández Soriano, que en unos cuantos días olvidó que se volvió a integrar la Comisión Especial para el caso Ayotzinapa y, ahora, pide que la Procuraduría General de la República establezca la Fiscalía Especial para la investigación de la desaparición forzada de los 43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa.
Además, que el titular de esa fiscalía sea nombrado “tomando en consideración a las víctimas indirectas del crimen y a las organizaciones sociales que los acompañan y considerar al Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos como consultores técnicos”. ¡Ajá!
Es la práctica de mentir y descalificar a quien piensa diferente; la adicción política por el protagonismo y el oportunismo. Lo que sea, con tal de desmadrar lo que se ponga enfrente. Digo.
LUNES. En su nueva encomienda como secretaria de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano, Rosario Robles Berlanga estuvo este domingo en Hermosillo, Sonora. Fue con la representación del presidente Enrique Peña Nieto al mensaje de Claudia Pavlovich, investida gobernadora de esta entidad en una inusual ceremonia oficial de medianoche.
Rosario deseó a Pavlovich el mejor de los éxitos, aseguró que “sabrá gobernar con mano firme y valentía", ponderó su trayectoria y enfatizó: “Como Claudia, hay muchas mujeres que hacen que México se mueva; que desde sus respectivas trincheras realizan grandes aportaciones a la construcción de un mejor país”. Conste.
@msanchezlimon
Mentiras y adicciones políticas