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Más vale pedir perdón…
Una lagrima por tu amor
una lagrima llorare
brotara de mi corazón
Canta Estela Núñez
Estimado lector un gusto encontrarnos de nueva cuenta en este espacio de crítica, ahora reflexionaremos sobre dos actos que se dieron la semana, primero sobre la renuncia de Virgilio Andrade quien llegó a la Secretaria de la Función Pública, con el único objetivo de realizar una investigación a fondo sobre la llamada “Casa Blanca”, que involucraba en un acto extraño de compra venta, a la Primera Dama y al Presidente de la República con una empresa beneficiada en contratos desde que Peña fue gobernador del Estado de México.
La SFP era una de las dependencias que al inicio del sexenio peñista, estaba destinada a desaparecer, con el fin de fortalecer una nueva, que le diera certidumbre a los mexicanos en los temas de transparencia y manejos de dinero público, resultó conveniente resucitarla y colocar a un buen amigo al mando, los resultados todos los conocemos, luego de una investigación a fondo, no encontraron absolutamente nada, por el contrario deberíamos sentirnos avergonzado, de pensar si quiera, que se hubiera tratado de obtener un beneficio fuera de la ley, o recibir un regalito de una empresa por tanto contrato y tantas ganancias para ese grupo constructor.
El segundo punto, es que nadie puede ser mezquino con el Presidente, quien en un acto de honestidad, bondad y buen corazón, inclusive histórico, pidió perdón al pueblo de México por el escándalo de “La Casa Blanca”, en el marco de la ceremonia durante la cual se promulgaron las leyes del Sistema Nacional Anticorrupción, que mejor momento para intentar rescatar un poco de imagen ante la opinión pública que lo ha vapuleado, Peña pidió perdón por el agravio que causó a la sociedad en 2014, debido a un error cometido relacionado con la llamada “Casa Blanca”.
Los dichos populares están llenos de sabiduría y se cumplió como máxima, más vale pedir perdón, que pedir permiso, sin embargo esto le trajo consecuencias, no solamente en la imagen deteriorada y personal del presidente, si no la del Partido Revolucionario Institucional, quien en la pasada elección y al frente del partido Manlio Fabio Beltrones, sufrieron una gran derrota, por supuesto que los gobernadores abonaron al hartazgo ciudadano por la vieja corrupción y vicios del “nuevo PRI”.
Es sintomático que el presidente pida perdón, es sintomático el cambio en la dirigencia del tricolor y el golpeteo bajo la mesa, sobre todo con miras a la elección del 2017 del Estado de México para caer en las federales del 2018, donde por ahora no se ve claro un liderazgo de alguno de sus políticos, por el contrario todos de capa caída, a estas alturas en el proceso pasado, Enrique Peña Nieto ya hablaba y se le veía como el candidato natural.
O será que el descredito y la mala imagen del actual régimen les ha hecho caer un bache de pesimismo y presagian nuevamente una derrota como en el 2000 y 2006, el problema es que de esta administración faltan más de dos años y hay que entregar cuentas, no a los partidos y a los cuates, sino a todos los mexicanos.
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