Mercadóloga y publicista por profesión, indagadora de la diversidad en las artes por convicción y pertenece al equipo de prensa del Centro Cultural Helénico.
¿Mutilados?
"No se puede llegar al alba sino por el sendero de la noche"
Khalil Gibrán
Libros:
-Alas rotas, 1912.
-El loco, 1918.
-El profeta, 1923.
-El vagabundo, póstumo a su muerte.
Busco, exploro todo el tiempo, mientras más encuentro descubro lo que ya se sabe, que el mundo es infinito, que hay tanto para todos aparte del infinito individual, eso es la vida que me gusta, siempre proveedora de motivos, dando argumento y sonrisas.
Hace unas semanas presencié un trabajo teatral muy bien logrado, La Cría, la temática era esperpéntica, ¿hasta dónde podemos ser mutilados por aquellos que creemos amar o creer que nuestro amor puede salvarlos?, ¿hasta donde podemos salir de nosotros mismos para entregarnos a otro?, en esta obra que menciono, desde una postura grotesca se expresa lo destructivo de la fe, los sacrificios enfermos de un estar con otro, llegando a la mutilación del ser, mostraban el sacrificio y la laceración ¿en nombre del amor?, los impulsos y los miedos detrás de ellos.
El invitado a esta casa de todos es el poeta, pintor, novelista, ensayista y filósofo libanés Khalil Gibrán, también conocido como Yibrán Jalil Yibrán, traducido a más de veinte idiomas, quién en su vida y obra entrelazó la cultura árabe con la occidental así como la pintura y la literatura. Fue un rebelde con alma sensible, viajero y explorador, profesó una narración poética que fue mudando a lo largo de su obra manteniendo su crítica social, sabiduría y búsqueda de la espiritualidad.
Cuando miro teatro deseo que algo me suceda en ese momento, aunque cuando abandone mi butaca quede ahí, (esto último es difícil, porque el contacto deja huella). Salí incomoda de la función, porque traía una campaña interior de acallar la reflexión, los contenidos obscuros y aunque lo evité, apareció mi país de los colores, que se ha pintado el último tiempo de tanta sangre e historias grises, en la violencia generada, la que es más profunda porque limita nuestro potencial, en los mensajes escondidos a través de los medios diversos, el peligro no está en que sean enviados sino en que son creídos y adoptados. Pensé en las diversas mutilaciones que como pueblo hemos tenido, en la historia que replicamos, que nos fue narrada y también en la historia que no nos contaron.
“No busques el paraíso más allá de tu epidermis, nunca hallarás afuera aquello que dentro tienes”, durante mucho tiempo leí esa nota pegada en el tocador de mi madre, en mi mente de niña cristiana, pensaba que era irreverente, fuera de la realidad, con los años he recibido más certezas, también he podido andar en pozos muy profundos, en mi intensidad he declarado que puedo pasar del cielo al infierno con una facilidad que no me trae tanto contentamiento.
En el plano del cuerpo físico, cuando una extremidad es cortada, es real, jamás crecerá de nuevo, pero creo en la restauración de las cosas, de las naciones y de los humanos. A menudo me pregunto ¿soy construida por este país o soy la que construye este país?, ambos son una realidad; la primera me es dada y no puedo cambiarla, pero la segunda sí, soy responsable y puedo accionar ante ello.
Países y personas se han reconstruido aun después de estar en ruinas, para ello tuvieron que mirar en su interior, reconocer sus claroscuros para poder resurgir y vencer la voz que los laceraba, que es la desesperanza, la falta de fe en sí mismas, las creencias de que como todo ya es dado, no hay reversibles, utópico o no, los ciudadanos somos semillas andantes, provistas de un maravilloso cerebro que es obediente al alimento provisto y que también –dicen los que estudian acerca de él- no sabe distinguir la realidad de la fantasía, de ahí quizás mi alucine de estar entre el cielo y el infierno, creamos en medida de lo que creemos.
Mientras presenciaba la trama de La Cría, sabía que con sólo una decisión la mutilación podía parar, pero la trama ya estaba escrita, en cambio nuestras vidas aún no, son pequeños instantes en movimiento donde somos los guionistas, los literatos de nuestra propia existencia. La literatura también es una forma de reconfigurar nuestra propia conciencia, uno de los tantos motivos para conferirle tanta estima, porque es una sugerencia para reinventarnos, redescubrir las ideas que fueron mutiladas en el camino y compartir nuestra verdadera esencia.