En política la conjugación del verbo espiar en presente y pasado no se sanciona en tiempo futuro porque impunidad y cinismo son adjetivos, no verbos. La familia política mexicana se ha espiado desde siempre; los métodos se han sofisticado.
Columnista del periódico La Crónica de Hoy. Director del portal Entresemana.
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Hoy, con un aparato básico de scanner cualquiera puede ser espiado sin percatarse de que sus deslices verbales y vivencias inconfesables, acuerdos aterradores y componendas millonarias. ¡Horror, horror!, gritarán a los cuatro vientos y se victimizarán cuando sus voces deambulen por las redes sociales y los encueren en toda su dimensión, decir justa implica condescender con estos políticos que se dan golpes de pecho y ofrecen disculpas y piden perdones por sus desgracias verbales.
Cuando la Dirección Federal de Seguridad nació en 1947 como el brazo policiaco del poder político mexicano, su filiación con la CIA y métodos aplicados por John Edgar Hoover, tenebroso desquiciado que dirigió al Federal Bureau of Ivestigation (FBI), en eso del espionaje internacional trascendió al mecanismo obligado por la Guerra Fría, a hurgar en las vidas ajenas de líderes sociales y políticos enemigos del momento.
Por supuesto, en aquellos antieres, de las andanzas y pecados de los enemigos del régimen o simplemente de quienes no se ajustaban a la disciplina dictada por el Presidente, vía el secretario de Gobernación, en turno, sólo se enteraban de, digamos primera mano, quienes leían periódicos, a cuyas redacciones habían llegado por “casualidad” versiones de llamadas interceptadas o documentos copiados, porque cuando el tema trascendía socialmente era con versiones corregidas y aumentadas. Pero el daño estaba hecho.
Los tiempos cambiaron y las líneas telefónicas fueron “colgadas” por los pájaros de la DFS que luego lo fueron de la Dirección de Investigación y Seguridad Nacional, que en 1986 suplió a la DFS y, finalmente fue relevada por el Centro de Investigación y Seguridad Nacional.
Pero, bueno, más allá de los antecedentes del brazo de inteligencia del gobierno mexicano para, supuestamente, asuntos de seguridad nacional, lo cierto es que sirvió como el agente oficial para espiar y perseguir a los enemigos del régimen, políticos despistados y a la oposición.
Reza la máxima que información es poder. Y se ha hecho efectivo en su momento. La historia oficial refiere asuntos de enorme trascendencia que fueron motivados por el espionaje, desde el rústico y elemental oidor de pláticas ajenas en cafés y restaurantes, hasta los que hoy usan mecanismos que dejaron de ser caros y sofisticados para ser de uso común.
Eso, indudable, lo saben lo mismo Lorenzo Córdova Vianello, Mario Marín, Claudia Pavlovich, Javier Gándara Magaña, Guadalupe Acosta Naranjo, Manlio Fabio Beltrones, Emilio Gamboa Patrón, Andrés Manuel López Obrador, Marcelo Ebrard Casaubon –quien tuvo su propio Cisen cuando jefe de Gobierno del Distrito Federal y secretario de Seguridad Pública--, Vicente Fox Quesada, Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo Ponce de León, Felipe Calderón Hinojosa y una buena cantidad de prohombres de la política nacional que han sido espiados y cuyas conversaciones telefónicas han sido grabadas y forman parte de un archivo que serviría para acondicionar un Museo del Horror Político.
Por eso, más que justificar o disculpar el pensamiento discriminatorio de Lorenzo Córdova, consejero presidente del Instituto Nacional Electoral, lo que los políticos de todos colores y apellidos han descalificado ha sido al espionaje porque, decía, el verbo se puede conjugar en presente y pasado: yo espío, tú espías, él espía y etcétera y etcétera.
Han disculpado, empero, el pensamiento del lenguaraz Lorenzo Córdova. ¿No es xenófobo? Vaya, hay quienes han esgrimido alegatos para demostrar que, pillados en conversaciones que los y las evidencia corruptos (as) y traficantes de influencias y actores del conflicto de intereses, no se editaron sus conversaciones o, simplemente, “las sacaron de contexto”.
No, se confunden lo mismo algunos opinadores que políticos como Emilio Gamboa, Ricardo Anaya o Miguel Barbosa, que en esa conversación filtrada vieron intereses que pretenden debilitar al INE y a Córdova Vianello.
¿Desbarrancar al proceso electoral cuando faltan unos cuantos días para consumarlo en las urnas? Es un exceso pensar esa posibilidad. Porque Córdova no es, con mucho, el personaje de esta contienda. Preside al árbitro, pero el órgano colegiado es eso, un órgano colegiado en el que once consejeros, Córdova Vianello uno de ellos, toman decisiones. El del consejero presidente es voto de calidad, mas no el fundamental.
¿Renunciaría Córdova por ese desplante verbal xenófobo? Quien considere esa posibilidad se burla del sentido común de los mexicanos. Lo que ocurrió fue simplemente demostrar que Lorenzo no es como lo pintan. ¿No le gustan los indígenas? ¡Por supuesto! Por más que ofrezca disculpas. Lo que debe hacer en adelante es recordar que todo lo que diga puede ser usado en su contra.
Hoy, las redes sociales, el twitter, el facebook, Youtube, son armas que pueden acabar una carrera política y, sí, sin duda, generar una crisis de credibilidad con alcance social. Pero, ¿son inocentes los actores porque los espiaron, un acto que es delito
No os hagáis que ya lo sois