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Gustavo Carvajal Moreno ha transitado por la política nacional en cargos de diverso nivel y calibre: secretario de despacho, miembro del gabinete presidencial, diputado federal, senador y dirigente nacional del PRI. Pero se ha quedado en el dintel de gobernar a su estado natal, Veracruz.

Columnista del periódico La Crónica de Hoy. Director del portal Entresemana.
Correo: sanchezlimon@gmail.com
Twitter: @msanchezlimon 

Pese a lo que contra él prohíjan sus malquerientes, ha sido institucional. Vicente Fox y otros presidentes anteriores le deben servicios de negociación y cabildeo en espacios de las ligas mayores nacionales e internacionales. En Centro y Sudamérica, en España, Cuba, Venezuela y Colombia, especialmente, le reconocen su tarea y lo tratan con respeto, como canciller sin cartera.

 

Sin duda, en su cuaderno de vida –no hay político que no tenga ese sueño-- acarició la posibilidad de ser candidato a la Presidencia de la República, pero sabe cuáles son sus debilidades y fortalezas. Cuando el PRI comenzó a perder hegemonía política –tiempos de Ernesto Zedillo y la sana distancia--, abogó por crear los nuevos cuadros priistas, preparar el terreno porque el proceso de extinción de los dinosaurios del tricolor estaba en la ruta sin retorno.

 

Además, decía, ya era tiempo de otras caras, otras ideas y conceptos. Las cámaras legislativas, locales y las del Congreso de la Unión, como dirigencias municipales y estatales, olían a naftalina.

 

El cambio generacional en la familia revolucionaria requería de sangre nueva, jóvenes políticos preparados, más allá de los tecnócratas Chicago boys que en la década de los 80 irrumpieron en el PRI como un tsunami que echó de espacios dirigentes y de la alta burocracia a egresados de la Universidad Nacional Autónoma de México.

 

Las previsiones de Carvajal Moreno, en el nuevo siglo, tenían un antecedente inmediato, el de los yuppies que cobijaron a Francisco Labastida Ochoa porque sabían todo --hasta cómo engordar sus cuentas privadas con recursos públicos destinados para la campaña presidencial-- menos hacer política.

 

Pero, bueno, la alusión a Gustavo Carvajal Moreno obedece a la que, hace unos 15 años, se planteó como una cruzada personal para preparar a los nuevos cuadros priistas. Si le hicieron caso o no, el hecho es que los jóvenes han llegado, finalmente, a las ligas mayores de la política mexicana, cachorros de la posrevolución unos y herederos del pedigrí político otros, los más dueños de impresionantes currículas de manufactura extranjera, maestros y doctores en políticas públicas, economía y otros etcéteras, pero absolutos desconocedores del acontecer nacional.

 

Varios de ellos caen dentro de ese esquema enunciado por el doctor René Drucker: ser doctor no quita lo pendejo. Son los virreyes, gobernadores educados en el extranjero, en universidades donde no se imparten materias relacionadas con la galopante pobreza en México y la ausencia de rubor en el ejercicio de gobernar, ni siquiera un taller del pensamiento mexicanos y de cómo atender situaciones de crisis y entender, en toda su extensión, las causas por las que, por ejemplo, el crimen organizado se convirtió en azote de la sociedad, sustento de economías regionales y poder fáctico.

 

Por supuesto no nos referimos al caso de Fausto Vallejo, a quien sus debilidades físicas y familiares lo llevaron a tolerar al crimen organizado incrustado en su equipo y amplia parte de los 113 municipios michoacanos, aunque sí encuadra el gobernador-virrey de Veracruz, Javier Duarte de Ochoa.

 

No, se trata del virrey de Jalisco, cuyo desplante verbal asegura que en esa entidad todo está bajo control, que no hay problema y cuenta con el apoyo del presidente Enrique Peña Nieto y, por eso, este martes 5 de mayo sesionaron en Guadalajara los miembros del Gabinete de Seguridad, encabezados por el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, con al acuerdo de mantener y reforzar la Operación Jalisco.

 

Cuánta frivolidad en el ejercicio del poder abraza a este gobernador que decía tener bajo control la situación que había incendiado a Jalisco, el viernes último.

 

Desde el 1 de marzo de 2013, Jorge Aristóteles Sandoval Díaz es gobernador del estado libre y soberano de Jalisco. Su carrera política la comenzó como miembro de la Federación de Estudiantes Universitarios, como estudiante de la Universidad de Guadalajara.

 

Estudió en escuelas públicas, pero su vida ha corrido en el desahogo económico, no sabe de privaciones. ¿Qué no aprendió Aristóteles? Un punto básico: humildad y conocimientos para gobernar. Rodeado de niños bien, gobierna a un estado que, desde hace décadas, ha sido residencia del crimen organizado. Y él lo refiere como un pretexto, en el facilismo de repartir culpas a sus antecesores.

 

Entonces, en ese caso, evidencia una mayor incapacidad para superar y resolver los problemas que le heredó el panismo.

 

¿Qué aprendió Aristóteles cuando, a los 27 años, fue regidor del Ayuntamiento de Guadalajara?

 

¿Qué aprendió cuando fue, a los 29 años, fue diputado en el Congreso estatal? ¿Aprendió a gobernar cuando fue presidente municipal de Guadalajara?

 

Todo indica que no. Aristóteles había cumplido 39 años de edad cuando, el 1 de marzo de 2013, rindió protesta como gobernador de Jalisco. Juventud no es sinónimo de inexperiencia o incapacidad para gobernar, pero en el caso del virrey jalisciense los resultados evidencian que cae en ese esquema consecuencia de la frivolidad o el exceso de confianza en que todo tiene solución.

 

Su administración ha sido severamente cuestionada por la oposición, apenas elemental, pero también por el priismo jalisciense y, para preocupar, por integrantes de su equipo.

 

Pero el gobierno federal, es decir, el presidente Enrique Peña Nieto, no se puede dar el lujo de dejar que, en aras del respeto al Pacto Federal, cada gobernador resuelva sus problemas como pueda ni mucho menos apremiarlo a dimitir, como se vio obligado con Ángel Heladio Aguirre Rivero.

 

Por eso el mensaje del secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, este martes al término de la reunión denominada “Jalisco, Unidos por la Seguridad”, que se entiende como símil de la Comisión que se creó para sacar de la crisis al estado de Michoacán y que opera en otras entidades. A saber.

 

“Juntos, sociedad y gobierno, bajo una estrategia coordinada e integral, recuperaremos la tranquilidad de los jaliscienses.

 

“Y que no quepa duda, las instituciones del Estado mexicano tienen la convicción y fortaleza para lograrlo. Contamos con soldados, marinos, policías federales, ministerios públicos, peritos e investigadores íntegros y capaces.

 

“Mexicanas y mexicanos con vocación de servicio, valientes, capaces, comprometidos y de lealtad incuestionable. Así lo han demostrado y así lo seguirán haciendo.

 

“Porque hoy tenemos instituciones sólidas y eficaces; instituciones fuertes que engrandecen al Estado mexicano y lo sitúan por encima de cualquier desafío.

 

“Son estas instituciones las que han logrado restablecer la tranquilidad en estados como Michoacán, Coahuila, Chihuahua, Nuevo León, y en regiones como La Laguna, y en otros varios estados más, y que siguen en el mismo camino en Tamaulipas y Guerrero”.

 

¿Y qué fue lo que dijo el virrey Aristóteles? Elemental.

 

“Quiero agradecer la presencia, el respaldo y la solidaridad que siempre ha mostrado el Gobierno del Presidente Enrique Peña Nieto.

 

“Hoy con la presencia de nuestro Secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong; con nuestros secretarios de todo el Gabinete de Seguridad, quien quiero referir que siempre han estado en total coadyuvancia, apoyo, apertura y respaldo al Gobierno de Jalisco y, sobre todo, en beneficio de los ciudadanos del estado de Jalisco”. Conste.

 

MIÉRCOLES. Jalisco tiene comisionado para evitar la caída de Aristóteles. Es el general Miguel Gustavo González Cruz. Y sigue Veracruz. Digo.

 

¡Salvemos al virrey Aristóteles!

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