Inicios de la década de los 80, en una de sus conferencias de los lunes, don Fidel Velázquez Sánchez incurrió en uno de esos deslices verbales que le eran propios, pero éste contra el gobierno del presidente José López Portillo. Sin duda, le reclamaron desde Los Pinos; el viejo dirigente de la CTM negó haber dicho lo que dijo.
Columnista del periódico La Crónica de Hoy. Director del portal Entresemana.
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Al lunes siguiente, los reporteros le reprochamos su postura porque, para hechos, nos tildó mentirosos. Palabras más, palabras menos, don Fidel insistió en que no había dicho lo que publicamos –el de la letra era reportero de El Universal--.
--Tenemos la grabación, don Fidel. Usted dijo lo que publicamos—replicó uno de los colegas.
Sin mover un músculo del rostro, serio, firme, con el Cohíba en ristre, don Fidel acusó tajante: “Me doblaron la voz”. Y punto. Ahí acabó el asunto; su registro está en el anecdotario periodístico.
Viene a colación la anécdota, porque precisamente en esos tiempos, el entonces presidente José López Portillo y Pacheco, igual proclive a los dichos populares para apisonar una referencia, advirtió el riesgo –harto repetido—de que México se convirtiera en un país de cínicos. El futuro nos alcanzó.
Hoy, empero, más que pretextar el doblaje de voz, adelantados los sistemas electrónicos de espía telefónica e incluso de videograbación que se adquieren con suma facilidad en el mercado legal y negro de esos artefactos, los involucrados en escándalos políticos, sociales y financieros, igualmente en el ámbito de los medios de comunicación y, sobre todo, en tiempos electorales, suelen asegurar que sus charlas y/o declaraciones fueron editadas o sacadas de contexto.
Ésa es una ofensa para el sentido común de cualquier ciudadano con mínimos conocimientos de política y, sobre todo, del proceder humano. Sí, es posible editar, pero hay declaraciones que, de suyo, no requieren edición. Se dijo y punto. Sólo recordar el reciente affaire de #MísterIne.
En ese esquema se inscribe lo que hemos conocido formalmente al arranque de semana, el affaire entre Arturo Rueda, un negociante del periodismo que se asume periodista que, al arranque del gobierno de Rafael Moreno Valle Rosas en el estado de Puebla, se significó como una especie de operador de medios para golpear a los críticos y/o enemigos de Rafa gobernador, director editorial del diario Cambio se firma Nigromante y presume un grado de doctor, aunque vale reiterar el dicho del doctor René Drucker, de que ser doctor no quita lo pendejo, y Jorge Estefan Chidiac, un político priista que, hace cuatro años quiso ser candidato a gobernador de Puebla, pero le ganó el brinco Javier Zavala, a quien derrotó el nieto del general Moreno Valle.
Aquí no cabe la máxima de perro no come perro porque se trata de un evidente mercenario de los medios de comunicación y, como fue denunciado, extorsionador que, pillado en extremis, se victimiza y usa al diario Cambio de Puebla para explicar lo inexplicable y defender lo indefendible.
De Arturo Rueda no hay evidencia curricular, no por lo menos en las redes, que identifique su nacencia. Tiene una foto con Carmen Aristegui --o sea, ¿no?--, seguramente para presumir que es “crítico” y, sobre todo, periodista.
Del otro lado, Jorge Estefan Chidiac, candidato del PRI a diputado federal por el Distrito XIV de Izúcar de Matamoros, a quien Rueda pretendió extorsionar con diez millones de pesos para no difundir una grabación en la que habla con Juan José Lecanda Guillén, secretario particular de Emilio Gamboa Patrón, de acuerdos y recomendaciones políticas que involucran al presidente Enrique Peña Nieto, al gobernador Rafael Moreno Valle Rosas, por supuesto a Gamboa Patrón y a Luis Videgaray Caso.
Estefan Chidiac interpuso denuncia ante la delegación en Puebla de la Procuraduría General de la República contra Rueda, cuya respuesta y auto defensa fueron endebles, llenas de lugares comunes y, sobre todo, evidenciaron que el sedicente doctor (¿cura pulques de Nanacamilpa?) fue víctima de sus ambiciones. El candidato priista le tendió una trampa: montó hasta cuatro cámaras en torno al sitio donde corre la entrevista, la penúltima formalmente, en la que Rueda cae redondo.
Rueda pide diez millones de pesos a Jorge para no divulgar la grabación de la entrevista que éste sostuvo con Juan José Lecanda Guillén, secretario particular de Gamboa Patrón, coordinador de la bancada priista en el Senado.
Empapado del cinismo elemental a la hora de la defensa, Jorge Estefan minimiza el contenido de la entrevista (anexo ligas para que las escuche y juzgue*), aunque en ella se asumen acuerdos de tráfico de influencias e incluso de uso de recursos públicos para respaldo de éstas.
No hay otra forma en la que se pueda calificar la actitud de Estefan. Denuncia a su fracasado extorsionador mas deja en la impunidad el contenido de su llamada. Es cierto, mientras no haya denuncia el Ministerio Público Federal, vaya no siquiera la FEPADE, si éste fuera el caso, puede proceder por oficio. Es delito intervenir comunicaciones mas no sancionar lo que se diga en éstas, es decir, su contenido, en tanto no haya denuncia de parte. Y, por supuesto, el “doctor” Rueda no se atrevería, menos en la condición en que lo dejó esa exhibición en la que presume que no vende tlacoyos, porque su negocio es administrar la reputación de los políticos.
Rueda asegura que Estefan le ofreció dinero para no publicar la información. Cayó víctima de ese entramado de intereses que tendió cuando, al inicio de la administración de Rafael Moreno Valle Rosas, sirvió como golpeador mediático contra empresarios, políticos que no eran del agrado de Rafa gobernador, periodistas, académicos, dirigentes sociales, políticos y opinadores.
Para el efecto, Rueda usó al diario Cambio –el cual se presume propiedad del actual diputado federal priista José Enrique Doger Guerrero--, uno de cuyos directivos y aparente propietario, Alberto Ventosa, fue detenido en Estados Unidos y en la ciudad de México, en 2010, por el delito de fraude cometido cuando fue coordinador de asesores en el periodo en que Doger fue presidente municipal de Puebla.
Uno de los clientes favoritos de Rueda, por supuesto por encargo de Rafa gobernador, fue el empresario Ricardo Henaine Mezher, dueño del diario El Heraldo de Puebla y, en ese momento, complicado propietario del equipo Puebla de La Franja y unos terrenazos en litigio. Rueda dice que sus declaraciones fueron editadas y sacadas de contexto.
En su programa de TV por la Internet, en pueril defensa refiere: ¿A poco me vieron recibiendo el dinero?
¿Lo sacaron de contexto? No, lo sacaron en toda su dimensión como mercenario del periodismo poblano que merece una sacudida, pero por favor no digan que esa es obra de Moreno Valle Rosas. Quizá lo que hizo el gober fue descobijar a los mercenarios y dizque periodistas, pero los ha usado para sus fines personalísimos. Quiere ser Presidente de México. Lo dicho, por sus obras los conoceréis. Conste.
MIÉRCOLES. El hidalguense Joel Guerrero, quien desde el 17 de enero último se desempeñaba como secretario de Educación del gobierno de Hidalgo, fue designado director General del Consejo Nacional de Fomento Educativo (Conafe), vacante que dejó la también hidalguense Alma Carolina Viggiano Austria para ir en busca de la diputación federal por el Distrito I del estado de Hidalgo, nominada por la alianza PRI-PVEM. Digo.
*Para su consulta:
Diálogo Estefan-Lecanda: http://bit.1y/1PIWJ4k
Diálogo Estefan-Rueda: http://bit.1y/1HGQ5ra
Un cínico y el operador de Moreno Valle