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  Por José Luis Camacho Acevedo

Periodista y columnista

 

La soledad: karmas de los barones de la droga y del ministro Zaldívar

Decía Chesterton que el mundo jamás se había parado sobre una ocurrencia.

 

 

Los planteamientos sobre problemas estructurales, de cualquier índole, siempre deben ser argumentados de manera seria y consistente.

 

Tal es hoy en México el caso del debate que se ha producido por la despenalización del uso de la mariguana para quienes la usen con finalidades médicas o lúdicas y en cantidades de muy bajas dosis.

 

Los promotores en México de que el consumo del enervante se legalice, entre los que destacan el ex rector de la UNAM y ex secretario de salud, Juan Ramón de la Fuente, el ex secretario de hacienda Pedro Aspe, el ex secretario de relaciones exteriores Jorge Castañeda y el ex secretario de gobernación Fernando Gómez Mont, al parecer se olvidaron al realizar su propuesta de la realidad que se vive en su país a causa de la desigualdad económica y social que padece la Nación.

 

Dos puntos que en México hacen muy complejo el legalizar el uso de la mariguana:

 

1.- Los promotores de la idea, respaldada por la pretensión del ministro Arturo Zaldívar de otorgar el amparo para su uso a un grupo promovente autollamado “consumidor responsable”, saben quiénes son los que consumirán la mariguana en las dosis que se propondrán.

 

Lo que al parecer no saben es quién seguirá siendo el vendedor de la droga. Y menos si ese vendedor, acostumbrado al trato con tipos de adictos regularmente fuertes, dejará sus modos de hacerlo que probadamente no respetan límites y menos dejan de tener el espacio del miedo como aliado para intimidar al adicto que no cubra la cuota de pago.

 

Simplemente los vendedores de mariguana serán los mismos que hoy lo hacen y sus métodos seguirán siendo tan o más violentos que los utilizan ahora.

 

2.- Los defensores del consumo libre de la mariguana hablan derechos y libertades individuales de decidir si la persona fuma o no fuma el enervante.

 

Pero no hablan de los derechos de terceros, que como en el caso del tabaco, son consumidores pasivos al solo estar percibiendo el olor del enervante y, en muchos casos, padecer una intoxicación más severa que la que puede tener el consumidor activo.

 

O sea yo defiendo tu libertad de fumar lo que te venga en gana sin importarme si al hacerlo afectes la salud de terceros, máxime si son niños o mujeres embarazadas.

 

México no es Holanda.

 

Y aquí no se pueden reproducir ni conductas ni muchos menos patrones culturales de convivencia que existen en aquellas latitudes.

 

Los tepiteños en la Ciudad de México, como las pandillas de Monterrey, León o Guadalajara, son como los “cockneys” londinenses.

 

G.K. Chesterton, el que nos dejó la sabia advertencia que la forma de convivir en la sociedad jamás se había parado sobre una ocurrencia, se reconocía con orgullo como un personaje originario de un barrio bravo de la histórica ciudad.

 

Y vaya que el célebre cockney que era Chesterton, zona este de Londres conocida como East End, un área donde el dialecto o el solo acento de sus habitantes los caracteriza, los resuelve y los define, la gente se asume como ocurre con los tepiteños en la Ciudad de México donde el habla y las costumbres los distinguen y los resuelven.

 

Pero no solamente eso, sino que son celosos de sus mitologías y sus glorias.

 

De Tepito son prototipos como Raúl, el Ratón, Macías o Cuauhtémoc Blanco. Como del East End londinense es el actor Michael Caine, un cockney famoso al que siempre recuerdo en su magistral interpretación en la cinta Alfie el Seductor. (Filme de 1966, protagonizada por Michael Caine y dirigida por Lewis Gilbert)

 

La sala donde se discutió ayer el proyecto de amparo que concedería el ministro Zaldívar no pudo lograr su propósito.

 

El asunto fue turnado a lista.

 

Y de allí es muy probable que lo pasen al Pleno de la Corte.

 

Ahora el Ministro de la mariguana empieza a vivir la soledad que produce el atrevimiento cuando falla.

 

Y en ese caso se ve muy difícil que el amparo para usar la mariguana con fines lúdicos o medicinales sea finalmente aprobado.

 

Ayer en su columna de El Financiero Raymundo Rivapalacio escribió con gran sensatez:

 

 “El primer alegato asegura que al legalizar la mariguana la violencia que vive México se reducirá. Sin embargo, no hay evidencia contundente de que así sea, y la analogía con los años de la Prohibición en Estados Unidos, que comenzó en 1920 como un movimiento político conservador y que 13 años después había tenido como externalidad el surgimiento del crimen organizado sobre una estela de sangre y violencia por el control del contrabando y venta ilícita del licor. La violencia en México no la generaron las drogas, sino un cambio de incentivos que tuvieron los cárteles durante el gobierno de Felipe Calderón.”

 

Y la legalización de la mariguana, por las razones de libertad o responsabilidad que se argumenten, puede ser un peligroso detonante del incremento de la violencia en todo el país, no solo en nuestras grandes ciudades.

 

Los vendedores seguirán siendo los mismos con legalización o sin ella.

 

Y los tepiteños o los cockneys, ya lo sabemos, en cuestión de ajustes de cuentas no se andan con bromas.

 

¿Cuántas cabezas veremos rodar o cuántos cuerpos colgados en los puentes con un balanceo macabro volveremos a contemplar como parte de nuestro paisaje urbano a causa de las múltiples disputas que genera el fenómeno de venta y consumos de drogas?

 

Tal vez Aspe, Castañeda o de la Fuente tengan un cálculo para controlar esa visión apocalíptica.

 

O simplemente propondrán la legalización y después que se produzca el corredero de sangre, meterán la cabeza en especiales lugares muy especiales para la reflexión en sus lujosas residencias.

 

Es verdad: las formas de convivencia en cualquier sociedad jamás se han parado sobre una ocurrencia, por liberal que parezca.

 

 

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