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Don Sergio Méndez Arceo, conocido como el Obispo Rojo, en esos años del México populista y del partido hegemónico, de la guerrilla urbana y de la sierra y la montaña, de la represión estudiantil y los balbuceos de la democracia que tendría apertura con la madre de todas las reformas políticas, la de 1977, no fue miembro del alto clero ni mucho menos arropado por la Santa Sede.

Columnista del periódico La Crónica de Hoy. Director del portal Entresemana.
Correo: sanchezlimon@gmail.com
Twitter: @msanchezlimon 

Al contrario, en las décadas de los 60 y 70, como ideólogo de la Teología de la Liberación, fue uno de los sacerdotes a los que (1978) el entonces debutante Papa Juan Pablo II combatió hasta extirpar su trabajo apostólico y de abierta simpatía que comulgaba con el socialismo, en la línea de una profesión de fe vinculada a las masas, a los trabajadores en demanda de justicia y equidad social.

 

Obispo de la Diócesis de Cuernavaca durante tres décadas (1952-1982), don Sergio Méndez Arceo fue voz referente; sus posturas críticas en la homilía prácticamente marcaban agenda política. A la misa dominical íbamos enviados de los diarios con sede en la capital del país, aunque no siempre publicaban lo que don Sergio decía. Pero su voz era escuchada, incluso con no oculta admiración por los agentes de la Secretaría de Gobernación que formaban parte de la feligresía dominical.

 

El Obispo Rojo renunció al obispado en 1982; el papa Juan Pablo II la aceptó. Don Sergio falleció en 1992. Cuestiones de la vida, en la Diócesis de Cuernavaca lo sucedió Juan Jesús Posadas Ocampo –creado cardenal el 28 de junio de 1991— asesinado el 24 de mayo de 1993 en el aeropuerto de Guadalajara, Jalisco, de cuya Diócesis era arzobispo desde 1987.

 

Vínculos, sociedades y desencuentros violentos que devinieron, incluso con la Guerra Cristera impulsada por la iglesia mexicana contra la represión religiosa de Plutarco Elías Calles, separada de las decisiones de Estado, los religiosos no han dejado de intervenir en política de manera velada y abierta, según sea el caso y los intereses que se han movido en su entorno antes y después de la rehabilitación legal de las relaciones Estado-Iglesia.

 

Sin embargo, sin conocimiento de quién o quiénes realmente representan a la Iglesia Católica en México, durante años al obispo de la Arquidiócesis Primada de la Ciudad de México se ha dado el valor representativo, sobre todo en sus posturas en los años más recientes. Posturas, por cierto, que han crecido en el concepto de una opinión abiertamente política, que lo mismo descalifica al gobierno federal o acarrea agua al molino de la oposición de sedicente filiación izquierdista.

 

Veamos. La reforma al artículo 130 constitucional, a partir de 1992 concluyó con un periodo de relaciones tormentosas entre el Estado mexicano y las iglesias, aunque la Católica fue la más beneficiada de esta enmienda que incluyó a los artículos 5º, 3º, 24 y 27 constitucionales, que la asumió de acuerdo a su libre albedrío como hacer proselitismo a favor de determinados partidos y candidatos, además de que suelen pronunciarse contra las instituciones públicas y decisiones gubernamentales.

 

Los sacerdotes o religiosos pueden votar mas no ser votados, es decir, no pueden ocupar puestos de elección popular ni cargos públicos, salvo que renuncien a su ministerio.

 

En este sentido vale preguntar  por qué la Secretaría de Gobernación, no ha sancionado a la Arquidiócesis Primada de México, en específico al cardenal y arzobispo primado de México, Norberto Rivera Carrera, por su recurrente intromisión y descalificación de asuntos públicos y la evidente orientación del sentido político de la feligresía católica hacia determinados actores políticos.

 

Procede deslindar responsabilidades y determinar quién realmente representa a la Iglesia Católica en México, para aplicar las sanciones de ley o, en todo caso, impulsar las reformas constitucionales correspondientes.

 

De otra suerte, los espacios religiosos pueden considerarse ámbitos intocables, cubiertos con el manto de la impunidad con la que suelen andar por esos caminos de la política personajes como el cardenal Rivera Carrera que no es representante ni jefe de la iglesia católica mexicana; su autoridad no va más allá de los límites de la capital del país.

 

El cardenal José Francisco Robles Ortega, arzobispo de Guadalajara, sí lo es como Presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), ratificado recientemente por el Papa Francisco. El cardenal Robles Ortega está alejado de la estridencia y el activismo político. Si usted lo recuerda, con los miembros de la CEM suelen reunirse altos funcionarios públicos, como el secretario de Gobernación, en su sede en Lago de Guadalupe, Estado de México.

 

Esta referencia viene al caso porque, el pasado lunes, el presidente de la Cámara de Diputados, Jesús Zambrano Grijalva, calificó como “un absoluto exceso” que el semanario Desde la Fe, que publica la Arquidiócesis Primada de México, haya considerado como inmorales los recursos públicos que reciben los partidos políticos.

 

Zambrano replicó a dicho semanario que es la voz de Rivera Carrera: "Lo que es legal no es inmoral, yo le diría con todo respeto a la Arquidiócesis Primada de México que recuerde el principio básico de respeto entre el ámbito de lo privado, de lo religioso y el quehacer público, el quehacer que nos corresponde a quienes tenemos una responsabilidad ante la sociedad”.

 

El domingo último, el editorial del semanario sostuvo que no hay razón para permitir que los partidos políticos sigan derrochando inmoralmente los recursos de un país sumergido en la pobreza. Y tiene razón, en estricto sentido. ¿Y los dineros de la Iglesia católica?

 

Zambrano replicó: “Si la iglesia quiere un cambio en este terreno, haga la propuesta respectiva”. Y es que, sin duda, la postura de la Arquidiócesis de México, que no de la iglesia católica mexicana, cumple el cometido en tiempos electorales, de descalificar a los partidos que gozan de esas prerrogativas que les entrega el Instituto Nacional Electoral.

 

¿Cuál es el partido cuya mecánica es precisamente similar a la de la Arquidiócesis? ¿Atinó? Morena, la empresa de Andrés Manuel López Obrador tiene las simpatías de monseñor Rivera. Solo cuestión de recordar que el cardenal Norberto fue la vía para que El Peje estuviera en primera fila, en El Vaticano, para saludar al papa Francisco y promoverse y promover a Morena.

 

Bueno, así es esto de las campañas. Y la iglesia católica no estará al margen de las actividades de los aspirantes a gobernar 12 entidades. El cardenal sabe y es parte del juego que todos jugamos, en esa idea de la impunidad porque la autoridad responsable de la normatividad con las iglesias no procede para sancionar esos delitos cometidos Desde la fe. ¿Temor?

 

Zambrano fue específico: “Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Yo no me ando metiendo en juzgar a nadie porque profesa tal o cual religión, si es buena o mala o que no profesa ninguna… que no se metan en lo nuestro tampoco”. ¿Qué responderá monseñor Rivera? Digo.

 

MIÉRCOLES. ¿Candidato presidencial de la alianza PAN-PRD? En el ánimo de desbarrancar al PRI la apuesta implica pérdida de identidad partidista. Para Ripley. Conste.

 

 

sanchezlimon@gmail.com

 

Lo del César al César…

 

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