• El poder de la manada... por un momento todos fuimos uno, por la misma causa, esa que es tuya, mía y de todos.

En el metro Taxqueña, la aglomeración, la espera y un fenómeno está por acontecer a un par de kilómetros. En la estación estamos la gente de colores, hombres, mujeres, gays y niños. Todos esperamos que llegue el tren ligero, para algunos es su primera vez en ese lugar, preguntan: “¿Este va hacia Xochimilco y para el Estadio Azteca?”, de pronto una voz en el altavoz interrumpe: “el siguiente tren va directo al Estadio Azteca” y ahí aparece el grito: "Es un honor estar con Obrador", mientras del otro lado la estación está casi vacía a no ser por el ciudadano intendente que sonríe mientras levanta su pulgar, algunos tímidos, observan y admiran, pero el corazón, ese, nos late a todos al unísono de esperar un futuro mejor.

Afuera del estadio, los juglares, comerciantes, creamos un paisaje aún más folclórico: el organillero ofreciendo su popular melodía con su rostro que refleja cansancio, como el de tantos, cansados de las dolencias de este México que tienen nombre y se enlistan largamente, pero con un voto de fe, esperando que esta vez sea la buena y así, se vive desde un punto emblemático de nuestro México: el Estadio Azteca.

Miro con detalle a todos, los ancianos con sus rostros llenos de honra, recorridos por los años, han vivido más transiciones, tienen más experiencia y hoy de nuevo confían, porque se vale que este país sea un lugar para todos: este es mi país, nosotros queremos un México donde la pluralidad de lenguas, oficios, rasgos físicos, artes, sea tuyo, mío, nuestro, donde estemos seguros y libres, esto dejó de ser un slogan para convertirse en un primera necesidad.

El estadio fue llenándose -así como en el fútbol-, por esa fuerza energética unida en una petición, pero a diferencia o mejor dicho con el añadido: esta victoria promete incluirnos.

Se hizo sonar la orquesta de Tlaxiaco, Susana Harp, los sones jarochos de Caña dulce y caña brava, Margarita la “diosa de la cumbia”, la rubia Belinda acompañada del norteño Espinoza Paz y para cerrar, la memorable Eugenia León.

Mientras el vaivén formado por la tradicional “ola” de colores se levanta, los soneros versan, para mantener esa sincronía masiva, al ritmo de sones jarochos:

“Ay arriba y arriba,... que venga otro... ay te pido, te pido de corazón que empiece la transformación…
Yo quiero un mejor mañana sin “transa” e impunidad y para que sea una realidad voy a jugármelo todo... 
Morena no desesperes...se acerca un mundo más justo...y hay que quitar de raíz, aquello tanto daño ha hecho" 

Mi México lindo, vemos en el brillo de tus ojos las ganas de un mañana mejor, quizás no es la fe en él, en el ambivalente Andrés Manuel López Obrador a quién recibimos con una conmovedora ovación, en voz de casi 87 mil que exclamaban: “¡PRESIDENTE!” y “¡ES UN HONOR ESTAR CON OBRADOR!” 

A unos cuantos días de hacer vigente el Juntos Haremos Historia, nos une el deseo por la proclamada transformación, que como ya lo han dicho tantos, empieza en casa, en el transporte, en el trabajo… en nuestro elegir; con el latir de cada uno, siendo el eslabón que nos ha tocado ser o elegido ser, porque somos todos quiénes construimos “La esperanza de México”, porque es real que “Solo el pueblo, puede salvar al pueblo”.